Carlos VI fue el primer Borbón, que no el último, en abandonar precipitadamente el trono de España. Tras un reinado repleto de casos de corrupción y mamandurrias, humillantes derrotas militares y sonoros fracasos en política exterior, salió de España y de la historia por la gatera.

El hombre sólo quería cazar y gozar de la vida. Que la gobernanza no le robara demasiado tiempo. No era lo que se dice un tipo trabajador. Fan del dolce far niente, le causaba gran pereza pensar y en general todo aquello que tuviera que ver con su cargo. Por ello dedicada apenas treinta minutos al día a recibir a sus ministros tras cada jornada de caza y antes de la opípara cena. Cuentan que su padre, Carlos III, alarmado por la simpleza de su hijo le dijo aquello de "Carlos, Carlos... que tonto eres. Las princesas también pueden ser putas, hijo mío" en forma de paternal consejo días antes de su boda.

Al final de sus días, traicionado por su propio hijo, al que él también engañó, ninguneado y utilizado por Napoleón, cornudo y apaleado, además de agobiado por las deudas, se desentendió de su país para acabar palmando de gota en su exilio italiano. Una calamidad de monarca que supuso el fin de cualquier intento reformista, la quiebra de la hacienda real y un cachondeo padre para el resto de Europa que alucinaba con el rápido declive del país que antaño fuera potencia mundial.

El hijo hasta hizo bueno al padre. Fernando VII empezó su carrerón dando un fallido golpe de estado contra su padre, luego fue palanganero de Napoleón a cambio de un exilio dorado en Francia. El menda era tan pelota del emperador que llegó a pedirle ser hijo adoptivo suyo. La dignidad jamás fue su fuerte.

A pesar de ese currículo tan fulgurante, aquí seguíamos viéndole como legítimo rey de España y tras echar al francés, solicitamos que nos devolvieran semejante joya. Napoleón tardó un minuto en devolvérnoslo con un lazo de regalo. Y fue su mejor venganza tras la escabechina infringida a la Grande Armée. Laminó la constitución de Cadiz y se reveló como un monarca absolutista a la vieja usanza: caprichoso, egoísta, corrupto, vago y vengativo.

Su viuda, Maria Cristina de Borbón-Dos Sicilias, aprovechó su posición para meterse en turbios pero lucrativos negocios como la venta de esclavos a latifundistas del sur de Estados Unidos, algo ilegal desde 1815. Sus chanchullos acabaron con su expulsión de España y la retirada de la pensión vitalicia que le habían concedido las cortes. A su figura hemos de atribuir conceptos tan nuestros como la 'caja B'. Ella desarrolló el concepto de 'bolsillos secretos' o fondos opacos con cargo al erario público a los que sólo su alteza podía acceder. También distrajo muebles de palacio y las joyas de la Corona. Como el Lute pero con diadema.

Vamos con la hija, otra prenda de cuidado. Proclamada reina siendo una niña, Isabel II mejoró hasta la excelencia la leyenda de sus padres. Suyo es el reinado más corrupto de la historia. Hizo fortuna con la obra pública, la venta de bienes de patrimonio nacional y el incipiente negocio del ferrocarril. Tampoco dejó de enredar con el negocio familiar de la trata de seres humanos. Creó tal descontento (en eso resultó ser muy transversal) que fue finalmente invitada a abandonar el país, revolución mediante.

Su nieto, Alfonso XIII, fue un digno heredero de la tradición familiar de acumular riquezas mediante trapacerías y corruptelas. Su innovador sello fue enriquecerse con las guerras coloniales en África. Era socio de los grandes empresarios propietarios de minas en el Rif y cobraba golosas comisiones de los equipamientos adquiridos para el Ejército. Fue su codicia económica una de las causas de la guerra de Annual que se llevó por delante la vida de 200.000 reclutas españoles de familias pobres que no pudieron pagar la exención para librarse del frente.

Alfonso metió mano en el Metro de Madrid y hasta montó un tinglado en el canódromo que tuvo que desmantelar la segunda república. Otra de sus aportaciones a la turbia historia de los borbones fue cobrar comisiones multimillonarias por hacer de intermediario con otras naciones, como la Rusia zarista. Su vida de monarca mujeriego y vividor experimentó un notable cambio el 14 de abril del 31 con la llegada de la segunda república. Tuvo que abandonar España acusado de alta traición, pero tampoco vio tan alterado su día a día.

Vivió el resto de su vida alojado en hoteles de lujo gracias al dinero depositado en cuentas suizas. "Los españoles han echado al último Borbón, no por rey, sino por ladrón" cantaban en las tabernas de Madrid. Aún tuvo tiempo de mostrar su adhesión al golpe de Estado de Franco antes de morir. No lo hizo por franquista, sino por si sonaba la flauta y le devolvían el trono. Torpe hasta el final.

Pero Alfonso XIII no fue el último Borbón. Aún insistimos una vez más. Esto por fuerza tenía que mejorar. Así llegó en el 75 el reinado de Juan Carlos I. Prudente al principio, campechano después y desmadrado al final, acumula escándalos que después de los españoles, tienen a su hijo como directo perjudicado. Fundaciones con cuentas en paraísos fiscales, presunto cobro de comisiones, regalos multimillonarios a amantes y por último y no menos importante, tarjetas de crédito opacas vinculadas a un amiguete empresario y que eran utilizadas por la emérita pareja y otros familiares directos. Se investiga el origen del dinero y si está declarado a Hacienda.

Este último escándalo es además posterior a 2014, fecha de la abdicación, o sea que Juan Carlos I no estaría protegido por la inviolabilidad de su época como jefe de Estado. Podría haber cometido delitos graves como blanqueo de capitales y contra la hacienda pública. El futuro judicial del rey anterior se complica, y aumentan las suspicacias y el cansancio de la ciudadanía para con una institución que resulta cada vez menos "ejemplar". Los dos principales partidos, los de vocación de Gobierno, cierran una y otra vez filas en torno a Zarzuela, la protegen y salvaguardan contra toda comisión de investigación, repiten la letanía de su modernidad y utilidad demostrada... hay que reconocerles el gran esfuerzo en favor de una institución que la verdad, se lo pone muy difícil. Tal vez si la familia real se involucra, PSOE y PP logren salvar la monarquía.