Me vais a permitir que en esta entrega utilice una historia en la que soy protagonista para disertar. Esta semana pasada se anunció que Jordi Évole deja Salvados y he tenido la suerte de ser la persona que él y su equipo han elegido para sustituirle. Esto me lleva a hacer una reflexión sobre el periodismo.

Hoy y ayer leía ciertas noticias que me hacen pensar que la sociedad española está recibiendo ítems de información que nos hacen sentirnos más o menos cómodos.

Hemos escuchado estos días que el número de afiliados a la Seguridad Social ha vuelto a crecer y que ya se sitúa en niveles precrisis y también que, en el primer trimestre, el PIB, gracias a la inversión, subió un 0'7%.

Es fácil llevar a pensar que este país empieza a arreglarse y ahí, en esas situaciones, es cuando creo que hace falta mucho más periodismo que nunca. Pienso en la última época de bonanza que tuvimos en este país. La época del boom inmobiliario, de los Porsche Cayenne por las autovías como si fueran utilitarios que se puede pagar cualquier clase media...

Durante aquella época era fastidiado joderle la fiesta al personal, ¿cómo vamos a contar las cosas que van mal en el país cuando vamos mejor que nunca? De aquella época, en la que yo ya trabajaba en esta magnífica profesión, aprendí eso. Cuanto mejor va un país, más periodismo hace falta. Por los que no se han enganchado al tren de la primera categoría.