Varios países de la Unión Europea han prohibido las mascarillas caseras y han obligado al uso de mascarillas tipo FFP2 en espacios concurridos y mal ventilados. Los detonantes de estas medidas han sido dos: el primero y más importante es el creciente aumento de casos de COVID-19 tras las Navidades, y el segundo es por prevención ante las nuevas variantes del coronavirus que presentan una mayor velocidad de propagación.

Actualmente conviven cientos de variantes del coronavirus. Estas variantes se producen de forma natural, y están sometidas a las presiones evolutivas (como la selección natural y la deriva genética) provocando que algunas sean predominantes.

Cuando un virus entra en las células del organismo infectado pone a la maquinaria celular a trabajar haciendo copias de sí mismo. Las instrucciones para hacer copias están en el material genético del virus (ARN en el caso del coronavirus). En ese proceso de replicación se producen errores denominados mutaciones. Si alguna de esas mutaciones persiste, surgirá una nueva variante del virus. Si una variante cuenta con alguna ventaja adaptativa, como una mayor capacidad de contagio, irá sustituyendo progresivamente a las preexistentes hasta hacerse mayoritaria.

Cuantos más contagios se producen, más probabilidad hay de que surjan nuevas variantes más fácilmente transmisibles o que estas generen resistencias. El fracaso epidemiológico de las navidades ha propiciado la aparición y propagación de nuevas variantes.

La variante británica del coronavirus (el linaje B.1.1.7) que fue detectada a finales de 2020 se ha propagado rápidamente desde el sureste de Inglaterra y ha llegado a España. Se estima que se propaga por lo menos un 56% más rápido que el promedio de variantes del virus con las que convive. La hipótesis que se baraja es que las variaciones genéticas afectan a la proteína S, la llave con la que el virus entra en las células, aumentando la probabilidad de contagio ante la exposición a cargas virales más bajas. Aunque todavía no se ha comprobado si esta nueva variante produce una enfermedad más letal, lo cierto es que la consecuencia de una mayor transmisibilidad es que se produzcan más muertes. El número de muertes eventuales sería mayor con una variante del virus que contagia un 56% más, que con una variante con un 56% más de letalidad.

Aunque no se ha descubierto nada nuevo sobre las vías de transmisión del coronavirus, el creciente aumento de casos de COVID-19 y las nuevas variantes más contagiosas del coronavirus están obligando a reforzar las medidas de contención como las mascarillas. La normativa y la denominación de las mascarillas es diferente en cada país, y no siempre hay equivalencias exactas, lo que está suscitando muchas dudas. Estas son las mascarillas que hay en España, cómo funcionan, cuánto protegen y cómo se usan:

Mascarillas higiénicas

Las mascarillas higiénicas solo existen en España. Fueron concebidas en abril de 2020 por el Ministerio de Industria bajo el paraguas de las normativas UNE 0065 y UNE 0064, equivalentes a las CWA 17553:2020 europeas (como las mascarillas 'tipo 1' que se recomiendan en Francia para exteriores). Se idearon para paliar el desabastecimiento y la dependencia del mercado extranjero de mascarillas. La intención era dotar al país de la capacidad de fabricar un producto con garantías de filtración con recursos propios.

Estas mascarillas se fabrican con materiales sintéticos (tejidos no tejidos poliméricos) que parecen de tela. Deben superar ensayos de eficacia filtrante y respirabilidad semejantes a los que se hacen para las mascarillas quirúrgicas, que sí son producto sanitario. Estos materiales poliméricos generan huecos con un diámetro inferior a 3 µm que frenan los aerosoles tanto por tamaño como por la inercia química del material a retenerlos mediante interacción electrostática.

Para garantizar la filtración se hace un ensayo de filtración bacteriana que consiste en atravesar el material con un aerosol con un inóculo de microorganismos (staphylococcus aureus) y se mide qué porcentaje consigue atravesarlo. Para cumplir la normativa debe retener más del 90%.

Las mascarillas higiénicas que cumplen la normativa UNE tienen de media una eficacia de filtración bacteriana (EFB) del 90% y una eficacia filtrante del 70%. Esto significa que la filtración hacia afuera, hacia los demás, es del 90%; y la filtración hacia adentro, hacia uno mismo, es del 70%. Esto suponiendo que la mascarilla se adapta perfectamente al rostro. Por eso el diseño es casi tan importante como el material: una mascarilla con el material adecuado, pero con costuras que la cruzan de lado a lado, o con una forma que no cubre perfectamente la nariz y el mentón, ofrecerá menos protección.

La UNE 0065 es para mascarillas higiénicas reutilizables, que son las que soportan mínimo cinco lavados. La UNE 0064 es para mascarillas higiénicas no reutilizables. Ambas tienen un tiempo de uso máximo de 4 horas. El tiempo de uso no es acumulable, es decir, no se pueden usar hoy dos horas y mañana otras dos, sino que cada día hay que usar una mascarilla limpia o nueva. Si esto no se respeta, el material de la mascarilla se irá saturando con fluidos respiratorios y microorganismos con capacidad reproductiva como bacterias, haciendo que la mascarilla pierda eficacia.

Se recomiendan para personas sanas en espacios abiertos, bien ventilados, donde se puede mantener la distancia de seguridad.

Mascarillas quirúrgicas

Las mascarillas quirúrgicas tienen marca CE que asegura que el producto cumple con la legislación y la referencia a la norma UNE EN 14683 que asegura el cumplimiento del estándar de calidad. Al tratarse de un producto sanitario, solo las farmacias pueden dispensarlas individualmente y sin envasar. En el resto de los establecimientos se venden por paquetes cerrados de fábrica.

Están hechas de varias capas de tejidos no tejidos poliméricos, normalmente fibras prensadas de polipropileno y polietileno que generan huecos inferiores a 1 µm, reteniendo los aerosoles en los que viaja el coronavirus tanto por tamaño como por inercia química.

Aunque hay varios tipos de mascarillas quirúrgicas (tipo I, II, IIR) todas garantizan una eficacia de filtración media hacia afuera del 90-95% y hacia adentro del 70%.

El tiempo de uso máximo es de 4 horas no acumulables, igual que las higiénicas. No son reutilizables: no se deben usar varios días, ni se deben lavar, calentar, airear… porque todo ello afecta a su capacidad de protección.

No deben utilizarse al revés, porque la parte de fuera lleva un tratamiento hidrófobo, que repele las salpicaduras, y la parte que va al rostro es absorbente. Si se coloca al revés, el riesgo de contagio aumenta para uno mismo y para los demás, ya que no retiene los fluidos expelidos por uno mismo y absorbe los expelidos por los demás.

Se recomiendan para personas sanas en espacios abiertos, bien ventilados, donde se puede mantener la distancia de seguridad.

Mascarillas tipo FFP2

Las mascarillas tipo FFP2 retienen partículas de 0,3 µm, más pequeñas que ninguna otra. Son producto sanitario y cumplen la normativa UNE EN 149, por lo que deben superar ensayos de filtración con aerosoles con cloruro sódico o microgotas de parafina.

Además del material, la normativa alude a la forma: el diseño en forma de pico facilita la adaptación al rostro. No existen tejidos FFP2, son un falso reclamo: FFP2 se refiere tanto al material como al diseño de la mascarilla.

Estas mascarillas están compuestas por la combinación de tejidos no tejidos y tejidos fundidos de fibras poliméricas. Tanto por tamaño como por inercia química, estas mascarillas filtran el 95% de los aerosoles, tanto hacia adentro como hacia afuera, ofreciendo la misma protección a uno mismo que a los demás.

Tienen un tiempo de uso máximo de 8 horas no acumulable. No son reutilizables.

Durante un tiempo convivieron con otras mascarillas equivalentes, las KN95. En la actualidad, las mascarillas KN95 solo pueden distribuirse en España si certifican que cumplen las especificaciones de la normativa UNE EN 149, llevan marcado CE y denominación FFP2.

Las FFP2 no deben usarse con otra mascarilla por encima o por debajo, ya que esto afecta a su correcto ajuste al rostro y no aumenta la protección. Excepcionalmente el personal sanitario coloca una mascarilla quirúrgica por encima para proteger la FFP2 de las salpicaduras que se producen en algunas prácticas médicas. Si una mascarilla se moja o salpica, hay que cambiarla, independientemente del tiempo de uso. De esta forma, si se salpican la mascarilla con un fluido, solo tienen que cambiar la quirúrgica que llevan por fuera y pueden mantener la FFP2 durante las 8 horas permitidas.

Se recomiendan en espacios cerrados, mal ventilados, concurridos, o donde es difícil mantener la distancia de seguridad.

Las mascarillas 'FFP2 con válvula' son las popularmente llamadas “mascarillas egoístas”, puesto que solo protegen a quien las lleva, dejando expuestos a los demás: hacia dentro filtran el 95%, pero hacia afuera no ofrecen ninguna capacidad filtrante. El Ministerio de Consumo ha anunciado su prohibición.

Mascarillas caseras de tela, transparentes o sin homologar

Las mascarillas caseras o sin homologar no ofrecen ninguna garantía, puesto que no han pasado ningún control de calidad. Si no mides, no sabes, por eso en ciencia se mide todo. Las autoridades sanitarias las desaconsejan y en algunos países están prohibidas. Se consideran el último recurso.

Desgraciadamente en España no se está regulando ni el uso ni el mercado de este tipo de mascarillas, pese a que hace meses el Ministerio de Consumo anunció que empezaría a controlar el mercado y el etiquetado fraudulento, la realidad es que las mascarillas sin garantías se siguen vendiendo y usando sin control, sin que las administraciones hagan nada por impedirlo.

Algunos ejemplos de mascarillas sin garantías ni homologación, también conocidas como "quitamultas":

Mascarillas de tela caseras. Incluso con varias capas, las mascarillas caseras de tela no garantizan la suficiente filtración ni la correcta respirabilidad. A modo de ejemplo ilustrativo: los tejidos de algodón, incluso los más tupidos, no tienen la inercia química de los polímeros sintéticos para retener aerosoles y además generan huecos de más de 200 µm, unas 100 veces más grandes que las partículas en las que viaja el coronavirus.

Tampoco es adecuado superponer una mascarilla de tela o decorativa sobre una mascarilla homologada, ya que las mascarillas son un producto sanitario que debe usarse tal y como ha sido concebido, sin alterar ni manipular.

Mascarillas con filtros de quita y pon. Actualmente no existen mascarillas con filtros intercambiables que estén homologadas. Los filtros intercambiables sirven para no inhalar partículas de polvo o polen, pero no están indicadas para evitar la transmisión del coronavirus. Hay un tipo de filtros, los PM 2.5, que retienen partículas de 2,5 µm, comparables a la retención que ofrece el material de las mascarillas higiénicas, pero tampoco se recomiendan, principalmente por dos razones. La primera es que la forma casi rectangular y la rigidez dificultan el correcto ajuste al rostro. La segunda es que necesitan de una funda para la que no existe ni material, ni diseño, ni manual de uso regularizados. Así se ven fundas delirantes con pasamanería como lentejuelas o flecos, y fundas de algodón que se empapan fácilmente y que a saber cómo y cuánto se lavan.

Mascarillas transparentes. El Consejo General de Colegios Farmacéuticos ha alertado de la venta y etiquetado irregular de mascarillas transparentes de un material de poliéster semejante al tul. Dicen cumplir la UNE 0065, lo cual es imposible. Estas mascarillas tienen huecos que se ven a simple vista, de más de 250 µm. Incluso los pelos de la barba (entre 100 y 200 µm) se cuelan a través. El coronavirus viaja en aerosoles de menos de 5 µm, así que estas mascarillas no son ningún obstáculo para su propagación.