Está circulando por las redes sociales un vídeo, de hace unos días, protagonizado por el Presidente del PP en Extremadura. En él, José Antonio Monago hace una interesante declaración en tono solemne y a gritos, como todo buen mitin que se precie en esta permanente campaña electoral en la que vivimos.

Dice lo siguiente: "A mí me gusta Camela. Aquí la moda es decir que me gusta lo indie o la fusión o el techno. A mí, Camela, porque en los pueblos llenan de gente sencilla, de gente humilde". Pues muy bien, oye. Los que conocemos a Monago, sabemos que le gusta presumir de su campechanía. No en vano, cuando se le acusó de viajar a Canarias por motivos amorosos con cargo al Senado, intentó convencernos de su buen hacer y su humildad con aquello de que ni siquiera tenía antena parabólica y de que acostumbraba a comer bocadillos acodado en barras de bar de carretera.

Ahora nos dice que le gusta Camela, que es algo fenomenal. Pero cabe preguntarse qué valor político cree Monago que le aporta eso. Seguramente, nos está intentando decir otra vez que él es igual de modesto y sencillo que el grupo musical, con una trayectoria sin duda meritoria. Sorprende que Monago no se atreviera en 2015 a pedir el voto al ritmo de "Cuando zarpa el amor" y, en cambio, eligiera el rap aquel de "Extremadura, nuestra única doctrina; creer en las personas, más que en los partidos; y más en las ideas, que en ideologías".

Quizá nos está queriendo decir que es también ecléctico; cosa que ya intuimos cuando presumía de ser el "barón rojo" del PP y gobernaba tranquilamente con el apoyo de Izquierda Unida. En condiciones normales, estos estudiados guiños de Monago a la espontaneidad en época electoral, me parecerían terroríficos. Por su vacuidad, por su escasa efectividad para conseguir, qué sé yo, un tren digno para Extremadura. Y un poco me lo parecen, la verdad, porque no hay nada peor que la naturalidad ensayada.

Lo mismo me da Monago hablando de Camela, que Casado dando tumbos con un tractor por un descampado, que Iglesias glosando su habilidad para cambiar pañales con caca. Lo que ocurre es que me he dado cuenta de que voy bajando mi propio listón, empujada por la nueva manera de hacer política. Esta forma de hacer campaña me parecía horrenda…hasta que he visto a los partidos tirarse a Bildu a la cabeza.

Tiene que haber un término medio entre hacer feliz a Arnaldo Otegi dándole un protagonismo que no se merece y, por ejemplo, la desaparición total del PSOE, como si a sus candidatos se les hubiera tragado la tierra para evitar que hablen y metan la pata. Y se ve que ese término medio lo forman ahora las tendencias musicales, los Dodotis o la conducción de vehículos agrícolas con pantalones de pinzas. Cualquier cosa, cualquiera, es preferible a la tentación de sacar a Otegi en procesión y volver a aquel discurso de que todo es ETA. En unos días empieza oficialmente la campaña. Socorro. Ánimo a todos.