"El ridículo que hemos protagonizado muchos columnistas ha sido de órdago a la grande, a la chica, a los pares y al juego", lo decía Alfonso Ussía, columnista de El Debate, eminente clasista, furibundo ultra e hijo del segundo conde de los Gaitanes. Cuando hay que dar la razón a la aristocratada se le da por muy rancia que sea. No solo darle la razón, sino agradecerle el servicio prestado como parte de la columnata filofascista para que la izquierda haya tenido la posibilidad de hacer de dique ante sus camisas negras y sastres. Los amigos de la derecha extrema que escribían en prensa hicieron creer a Feijóo que el electorado rojo era una proyección de sus propios odios, complejos, prejuicios y miedos y abocaron al desastre al líder del PP. Abrir un periódico conservador y leer a los columnistas de opinión tiene que ser un ejercicio que alimente el ego cuando eres el aspirante a Moncloa de la derecha, pero no puede servir de guía para hacer un diagnóstico preciso del sentir del electorado progresista. Tú sabrás de quién te fías para comprendernos, Alberto.

Ramón González Férriz escribió una columna en El Confidencial llamada "La prensa de izquierdas no ha hecho su trabajo" en la que auguraba la derrota electoral de la coalición de gobierno porque no había hecho caso a los columnistas conservadores, de centro y de extremo centro, en sus análisis sobre los errores que le costarían la reelección. Entre esos errores el articulista, que suele estar más acertado otros días, incluía los indultos a los líderes independentistas, la reforma del Código Penal, la mesa de negociación con ERC, los pactos legislativos con Bildu, la coalición con Podemos, los errores durante la pandemia y el apoyo a Marruecos durante la cuestión del Sáhara Occidental, la dificultad para gestionar los fondos europeos o los errores derivados de la ley del "sí es sí".

La relación de errores que el columnista consideraba que pasarían factura al PSOE solo muestra un enorme desconocimiento de las prioridades y valores de la izquierda. Si la prensa de izquierdas no ha incidido en muchas de las cuestiones que Ramón González Férriz incluyó en el listado es simplemente porque para la izquierda no son errores, o al menos no son una prioridad relevante a la hora de cambiar de voto. La paradoja es que se dejaba las que sí son cuestiones fundamentales que son relevantes en los valores que mueven el voto progresista y que no aparecen en ese listado como, por ejemplo, no haber derogado la Ley Mordaza. Las medidas que sí se criticaron por parte de la prensa de izquierdas son aquellas que sí podían afectar, como la eliminación del delito de malversación, la gestión de la ley del sí es sí o el abandono del Sáhara Occidental. El resto es solo una proyección de los marcos conservadores en el sentir progresista que no se corresponden con la realidad.

Es normal que los asesores del PSOE con los que hablaba Ramón González Férriz no le hicieran caso, porque demostraba un enorme desconocimiento sobre el pensamiento de la izquierda. Los pactos legislativos con Bildu no es que puedan pasar factura a Pedro Sánchez, es que son defendidos por todos y cada uno de los electores progresistas que no se dejan intoxicar por el relato de que ETA sigue viva y priorizan que esos pactos incluyen la aprobación de los presupuestos o la subida de las pensiones no contributivas. De forma paradójica la columna de Ramón González Férriz más que enseñar lo que no ha ocurrido con la derrota del PSOE nos enseña por qué ha perdido Alberto Núñez Feijóo.

Si el amigo del narco hubiera querido conocer la realidad de España a través de la radiografía construida por aduladores y odiadores estaría plenamente convencido de que los ciudadanos españoles repudiaban a Pedro Sánchez, de que la izquierda estaba vencida y de que el gobierno de coalición y los aliados en la gobernabilidad pasarían factura al presidente porque el electorado de izquierdas compraba todas y cada una de esas reducciones al absurdo. El antisanchismo es una construcción fantasmal que solo sirve para bunkerizar convencidos pero que nunca podrá atraer votantes desencantados con el gobierno de coalición, aquellos que pudieran estar molestos con alguna política y alianza jamás pasarían de dar su apoyo a un gobierno que incluya a Vox solo por no estar satisfecho.

Ese electorado molesto con el PSOE, que lo hay, para irse al PP hubiera necesitado una propuesta económica moderada, que huyera de una política frentista y que no se dedicara a insultarlo al considerar su voto igual que el de un etarra como Txapote. Todo aquel que pudiera haberse alejado del PSOE, esa izquierda jacobina que representa Page, ya se habría ido del partido hace mucho tiempo y con esa campaña de desprecio y ultra lo único que podrían conseguir es atraerle de nuevo hacia las filas socialistas, pero en ningún caso atraer nuevos desencantados con el PSOE.

Uno de los capitanes de la ceguera soberbia que ilumina a aquellos que siempre se han creído mejores de quienes le rodean es el jefe de opinión de El Mundo, nuestro ilustre Bustos, que todavía recuerda quién le puso ahí y ejerce en cada columna como un alabardero de Génova o de Sol o de quien toque obedecer. El oficialista mayor de Ayuso fue sin duda el mayor exponente del engreimiento que adorna la sonrisa complaciente de nuestras plumas reaccionarias. Una de las obras culmen que tiene que aparecer en las glosas del antisanchismo caricaturesco fue una columna publicado por Jorge Bustos el día de reflexión y que se llamaba ""Reflexiona, Pedro" y que tenía uno de los pasajes más memorables del gatillazo carcundero: "Este es el final de tu escapada y es posible que el aterrizaje forzoso -perdona la metáfora falconiana- en la realidad te deje aturdido durante un tiempo. A Casado le pasó. Ojalá luego seas capaz, cuando se disipe el polvo, de pedir la caja negra y analizar honestamente por qué los españoles decidieron estrellarte el avión. Por qué no soportaron más la neurótica sujeción a los caprichos en zigzag de tu ego acomplejado". Se puede hasta paladear al leerlo, sabe muy rico después del resultado electoral.

La columna, lejos de caricaturizar a Pedro Sánchez, deja en evidencia el ego del plumilla de lenguaje rococó. A Bustos y a los de su especie los asola el mal que narraba G.K Chesterton en los novelistas de los barrios bajos, literatos de alta alcurnia que intentando describir a las clases bajas y todo aquello que despreciaban mostraban más su propia esencia que la que querían novelar. El error fundamental de la burbuja de columnistas de derechas es que no conoce la sociología de la izquierda porque miran desde arriba con una condescendencia clasista que les ha golpeado con una urna reventándoles su altivo gesto. La izquierda conoce mejor a la derecha que a la inversa. Los columnistas progresistas tienen entre sus valores la idea de que es inaceptable llegar a acuerdos con los fascistas de Vox, pero no son tan inocentes como para equivocar su propia percepción con la de los votantes de derechas y trasladar ese análisis para concluir que las alianzas con fascistas van a hacer que el el PP pierda sus propios votos. Ese error analítico flagrante lo ha cometido de manera constante el columnismo patrio de derechas al creer que los electores de izquierdas compran el relato de los filoetarras y de que pactar con Bildu es inaceptable para ellos. Es normal que Feijóo perdiera leyendo las filípicas mañaneras de Bustos, eligió como referentes a quienes no conocen España a pesar de su onanismo patriotero y aún así pretenden saber lo que piensa el pueblo que transita el camino que conduce a una estrella.