En tiempos en los que en los partidos de derechas se lleva la figura del hombre fuerte, el PP tiene en su dirección el más débil que podía haber encontrado. El hombre que tuvo que dejarse barba para parecer más maduro y responsable deja en cada presencia muestras de su vacuidad. No desaprovecha momento para dejar en evidencia sus complejos ante cualquiera que asome un poco la cabeza y ponga en peligro un liderazgo que Pablo Casado solo posee en la tarjeta de presentación. No hay pelo que dejarse crecer para que asome el carisma.

No me importa nada, acertó a decir con poca convicción tras ser preguntado sobre la moción de censura de Vox que apuntando a Pedro Sánchez es una bala de plata directa al corazón de Pablo Casado. Y no hay nada que le importe más, porque si de algo ha dejado buena cuenta en su escaso periplo por la dirección del Partido Popular es que lo que más le importa son todas aquellas iniciativas que tienen que ver con el cuestionamiento de su liderazgo y con la estrategia a seguir para no dejar que Vox le mueva la silla. Pero tendría que preocuparle poco, es cierto, porque Pablo Casado tendría que tener asumido que nunca va a ser presidente del Gobierno y que solo permanecerá en el cargo el tiempo que el PP tenga que vagar por el desierto. Es un hombre muerto que aún no lo sabe y que tiene menos carisma que las personas que nombra como apuesta personal.

La debilidad de Pablo Casado asoma en cada decisión. Hasta cuando acierta su liderazgo sale perjudicado. Un líder que tiene tomada una decisión tan importante como la renovación del máximo órgano judicial y que se echa para atrás cuando la persona a la que nombró como portavoz en el Congreso es destituida y da una rueda de prensa solo da muestras de hasta qué punto es sencillo torcerle el brazo. Una simple declaración pública y Losantos dando voces en Esradio es suficiente para que a Pablo Casado le tiemblen la canillas y dé marcha atrás.

Pablo Casado tiene miedo a cualquiera que gane protagonismo y pueda opacar su nulo brillo. El nombramiento de José Luis Martínez Almeida como portavoz del partido tiene el objetivo de unir al alcalde de Madrid a la estrategia de Génova y que le impida ser un verso libre que crezca separándose de Casado cuando las decisiones no le convienen. Cada movimiento, cada declaración, cada decisión, está pensando en tapar vías de agua a su liderazgo mientras le crecen los barones por todos los territorios. El rey en el norte que mira desde Galicia esperando a asestar el golpe de gracia a Casado cuando ya esté tan quemado no es el único que empieza a hacerle sombra.

Le crecen hasta los enanos. En la fiesta nacional del 12 de octubre Pablo Casado fue recibido con abucheos, pitos y gritos de cobarde por parte de seguidores exaltados de derecha que le pedían que apoyara la moción de censura mientras recibían con alabanzas y gritos de presidenta a Isabel Díaz Ayuso. Tal fue la escena que la presidenta de la Comunidad de Madrid salió a saludar desde el balcón mientras Pablo Casado abandonó la fiesta con la cabeza agachada esquivando los improperios de su electorado potencial. Tanto tiempo acomplejado con Vox buscando el favor de sus votantes con una estrategia de crispación y enfrentamiento para que sea su apuesta personal en Madrid la que recoge las nueces. Et tu, Isabel?