Emmanuel Carrère intenta comprender en 'V13' cómo unos niños criados en Francia pueden aprender a odiarnos tanto como para poder cometer un atentado tan terrible como el de Bataclán. Nadie que haya leído ese libro puede asimilar la crudeza del relato y la deshumanización que llegan a alcanzar los terroristas que ametrallan y ejecutan sin piedad a civiles inocentes que solo disfrutaban de un concierto. Pero por qué, por qué ocurre algo así. Hacerse esa pregunta es la única forma de tomarse en serio el drama del terrorismo para que no vuelva a ocurrir.

Los ojos con los que les miramos comienzan a agrandar la grieta entre nosotros. Una masacre indisimulada e impune como la que Israel comete en Gaza abona esa grieta con ira. Nuestra hipocresía sobre cómo tratamos a quien comete crímenes de guerra cuando es de los nuestros acaba por hacer brotar el terror. Decía Carrère: "De un hijo que se convierte en asesino sospechamos que su familia tiene algo que ver. Por eso, a Azdyne Aminour no solo le pidieron explicaciones cuando compareció en el juicio para aclararnos el recorrido de su hijo, sino que le pidieron cuentas […] No es pobre, ni un musulmán rigorista: rara vez va a la mezquita y no ha llevado a sus hijos. Hasta se disfrazaba de Papá Noel en Navidad. Dice que Samy era un niño dócil, cariñoso, un poco triste, y después un adolescente introvertido cuyo malestar él percibía sin saber cómo ayudarlo. Esperaba que se le pasara, la mayoría de las veces se pasa. Pero no se pasó. Lo que ocurrió, en cambio, fue ese proceso horriblemente estereotipado que tantos padres, musulmanes o no, refieren con el mismo sentimiento de impotencia que se llama 'radicalización' […] Las últimas imágenes que existen del niño triste al que llevaban los regalos disfrazados de Papá Noel son el vídeo reivindicativo del Estado Islámico donde se le ve riéndose mientras decapita a un prisionero".

Un proceso de este tipo puede intentar despacharse con la perversidad biológica de algunos seres humanos. Eso tranquiliza porque nos exonera de responsabilidad y no nos obliga a cambiar nuestra forma de actuar. Somos los buenos, los buenos no cambian nada, solo reprimen a los malos. Asimilamos así el discurso de la extrema derecha, como si la única manera de combatir el terrorismo fueran la violencia, la seguridad dura y los estados policiales. Esa es la motivación política que alimenta la respuesta criminal de Israel en Gaza al ataque terrorista del 7 de octubre. Necesitamos encontrar una maldad intrínseca a quienes en Occidente denominamos 'terroristas' porque, si no, encontraríamos lógico su comportamiento por nuestras actuaciones. Si racionalizamos la creación de terroristas a través de un castigo colectivo como el que Israel está cometiendo en Gaza con la complicidad de Occidente, no nos queda más remedio que encontrar una lógica aplastante en quien se convierte en terrorista cuando de niño solo ve sufrimiento y muerte a su alrededor provocado por nuestras actuaciones políticas. Eso no nos conviene para sentirnos moralmente superiores. Es solo maldad, por eso se estudió el cerebro de Ulrike Meinhof cuando murió, se le extirparon los sesos sin conocimiento de su familia para encontrar en un laboratorio la razón de su comportamiento porque Alemania no podía aceptar que su actividad servía a una lógica política de contestación a las masacres de las democracias occidentales en países pobres.

La UE no parece entender el profundo foso emocional que está generando con sus vecinos del sur por su posición cobarde en Gaza mientras legitima los crímenes de guerra de Israel. No es difícil identificar cómo el sur global percibe de manera generalizada la amplia hipocresía moral y las dobles varas de medir cuando las invasiones y el abuso sistemático de los Derechos Humanos se producen por parte de los aliados de las potencias occidentales. No se puede dar ninguna lección de moralidad cuando hay comprensión y silencio, cuando no apoyo indisimulado a la limpieza étnica, los reflejos colonialistas y el racismo descarnado de un etnoestado como Israel.

Hamás es una organización terrorista porque usa el terror contra la población civil para ganar ventaja en su conflicto con Israel. Es lo mismo que hace Israel con la población palestina con la mayor campaña de bombardeos aéreos contra población civil después de la Segunda Guerra Mundial. La denominación de terroristas a unos pero no a otros es política, una simple concepción peyorativa nacida de quien tiene el poder. Por eso, hay organizaciones que dejan de pertenecer a las listas de organizaciones terroristas cuando la coyuntura geopolítica las hace útiles a los intereses de las potencias occidentales. Es lo que sucedió con el CNRI (Consejo Nacional de Resistencia de Irán), la organización que financió a Vox, que dejó de ser considerada una organización terrorista cuando sirvió a EEUU como opositor al régimen iraní; o lo que ocurrió con personajes como Menahem Begin, que mientras atentaba contra el mandato británico en Palestina era terrorista, y cuando se constituyó el Estado de Israel era una prominente figura política aliada de EEUU contra los países árabes. La denominación de terrorista que Occidente otorga es solo una añagaza política más para blanquear a sus socios y criminalizar a sus adversarios. Hamás no es más terrorista que Israel ni menos criminal que Netanyahu.

La inmoralidad que subyace sobre la justificación de los crímenes de guerra de Israel siembra terroristas entre los que sufren a quien Occidente protege. Los huérfanos palestinos en un lugar sin futuro como Gaza tendrán como única salida a su situación vengar a sus familiares de la forma que vean posible. El terrorismo crece en la hipocresía occidental cada vez que un responsable política usa palabras grandilocuentes para condenar los ataques de un país enemigo a la población civil mientras defienden, justifican, arman y apoyan el genocidio de niños palestinos. Las potencias occidentales y nuestros gobiernos no actuarán por humanidad contra Israel, que lo hagan al menos para garantizar nuestra propia seguridad. Ya que no tienen empatía que al menos sean egoístas. Porque, ¿era consciente Ursula Von Der Leyen que cuando agarraba la mano de Isaac Herzog mientras masacraba niños palestinos nos estaba poniendo una diana en la cara a cada europeo?.