Han visto cómo sus años de esfuerzo se han quedado prácticamente en nada. La imperante sequía que sufren las pedanías altas de Lorca, en Murcia, ha acabado con sus almendros y sus tierras, pero también con sus habitantes.

"Es primordial tener agua, pero sin agua no podemos sobrevivir, del cielo no cae una gota y estamos perdidos totalmente", afirma Pedro Rueda, tesorero de la Comunidad de Regantes La Paca.

Los hijos de Pedro, como otros centenares de vecinos de esta región, son los primeros desplazados climáticos: personas que, por culpa del cambio climático, han tenido que huir de sus territorios.

"Los almendros de la sequía se están perdiendo y secándose como nosotros nos vamos a secar, por abandono de la gente que nos tiene que poner remedio", explica Antonio Pérez, agricultor afectado.

Las consecuencias: campos perdidos y pueblos prácticamente fantasmas. "Está todo perdido", comenta uno de los vecinos del pueblo.

Los vecinos de Las Terreras lo saben muy bien. "Cuando pasen diez o doce años, desaparecerá seguro", asegura un hombre. Ocurre lo mismo a tan solo 15 kilómetros de distancia, en Zarcilla de Ramos.

"Estamos en un abandono prácticamente diario", comenta Paco Ruiz, vecino de este pueblo. Pedanías que, de media, han perdido un 11% de población en sólo cinco años.

Los vecinos, al igual que los expertos, reclaman un cambio en las leyes que ampare a estas personas.

"El hábitat forma parte de los derechos básicos de la persona. Una persona que no puede vivir ya en su territorio, tiene que ser protegido", señala Teresa Vicente, experta en Derecho Medioambiental.

Exigen que se les reconozca el derecho al retorno y nuevos modelos de desarrollo acordes a cada ecosistema. No se puede vivir de espaldas, dicen, a la que ya es la emergencia humanitaria de nuestra era.