España
Escapada medieval a Besalú
Este pequeño pueblo de la provincia de Girona y su gran puente de piedra conservan intacto su pasado medieval.
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Besalú es de esos pueblos que aún no has llegado pero ya te fascina. Y es que observar de lejos las casas de su centro histórico y, sobre todo, su gran puente de piedra, no hace más que impacientarte por estar ya allí y poder cruzar con tus propios pies una de las joyas más interesantes del urbanismo del medievo catalán. Situado a poco más de 30 kilómetros de Gerona, el pueblo de Besalú es el cruce de tres comarcas catalanas: el Alto Ampurdán, La Garrocha y el Pla de l'Estany. Esta situación estratégica, a las puertas del Pirineo pero no demasiado lejos de la costa, le valió para que se levantara allí un castillo que, a la postre, daría lugar al pueblo. Ya en el siglo X hay constancia del mismo, construido sobre un cerro. Además, al estar rodeado por dos ríos, el pueblo ha sufrido limitaciones de crecimiento que, realmente, es lo que ha preservado su encanto. Pasear por él es hacerlo casi por las mismas calles que hace cuatro siglos. Los baños judíos, la iglesia del monasterio de San Pedro de Besalú y San Julián, el antiguo hospital de peregrinos, la casa Cornellá, la iglesia de San Vicente y la sala gótica del Palacio de la Curia Real son de paso obligado para una escapada. Pero si hay algo que llama la atención es su puente. Declarado Conjunto Histórico-Artístico Nacional, al igual que el resto del centro, es el puente medieval con más elementos característicos de esa época aún en pie en España: torreones de defensa, cobro del pontazgo, planta quebrada, bovedas que buscan la mejor cimentación en el río... y un gran arco central ojival. Andar sus 135 metros, a 15 m. de altura, es toda una experiencia. Al final, nos espera el pueblo. Como buena comarca catalana que se precie, han apostado también por la gastronomía. Bajo el término 'Besalú Gastronómica' se ha creado una asociación formada por cinco restaurantes del municipio y el Ayuntamiento que pretende poner en valor productos tradicionales de la Villa y, sobre todo, "recuperar el vínculo histórico entre el paso del tiempo y la buena comida". Así, parada y fonda cobra más sentido que nunca si nos decantamos por Cúria Reial, Oliveras, Cal Parent, Pont Vell o el Can Quei, los cinco establecimientos que darán sabor a una escapada única.
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