Escapada medieval a la Ciudad del Silencio

La ciudadela amurallada de Mdina, situada en el centro de la isla de Malta, parece haber salido de la imaginación de algún maestro cuentista de la literatura. Con apenas 300 habitantes y una extensión de tan solo 2.500 metros cuadrados, fue la capital del país hasta que en 1570 se concedió este reconocimiento a La Valeta.

Se recorre en cuatro o cinco horas, apenas una mañana o una tarde, pero esos 300 minutos dejan una huella indeleble en la memoria del visitante gracias a la belleza de sus catedrales, sus palacios y sus calles.

Aquí se encuentra la catedral de San Pablo, que no tiene nada que envidiar a la Concatedral de San Juan, en La Valeta. Cuenta la leyenda que fue levantada en el lugar donde el gobernador romano Publio fue acusado de haberse reunido con San Pablo tras el naufragio de éste en la costa maltesa. Por eso cuando entres, además de encontrarte con lápidas en el suelo con incrustaciones de mármol, descubrirás detrás del altar mayor la descripción monumental de la Conversión de San Pablo.

Por lo demás, la construcción es una obra maestra del arquitecto maltés Lorenzo Gafa y su magnífica cúpula, a pesar de haber tenido una historia llena de vicisitudes, constituye probablemente uno de los mejores logros del artista.

Un último apunte: la catedral sustituye a una edificación anterior que fue destruida en el terremoto que asoló las islas maltesas en 1693. Afortunadamente, gracias a la ayuda de los caballeros de la Orden de Malta pudo ser reconstruida en un estilo marcadamente barroco. El precio de la entrada a la Catedral y el Museo catedralicio (donde se ubicaba la edificación anterior) ronda los 5 euros. Para los estudiantes es más barato y ambas visitas merecen la pena.

Muchos de los que visitan Malta aseguran que Mdina es la ciudad más bonita del país. Por delante incluso de la capital (que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1980). A nosotros nos parecen palabras mayores pero lo que sí es cierto es que estamos ante una de las ciudades maltesas más espectaculares. Tanto por sus santuarios religiosos y sus lujosos palacios como por las hermosas y estrechas calles medievales por las que perdernos (si es que alguien puede perderse en un área tan pequeña).

Para que nuestra visita a esta ciudadela medieval sea completa no deberíamos dejar de visitar lugares como el Palacio Falson (donde se conservan pinturas, cerámicas y litografías), el Palacio Vilhena (que alberga actualmente el Museo de Historia Natural) o el convento de las Carmelitas. Pero también las mazmorras, que fueron testigo mudo de las atrocidades cometidas durante la Inquisición, merecen nuestra atención. Asimismo, las vistas que este pequeño enclave ofrece desde lo alto de la muralla son espectaculares.

Otra opción recomendable al acercarnos a Mdina es visitar también Rabat, ya que se trata de dos ciudades que están pegadas y merece la pena aprovechar el trayecto. Rabat es mucho más grande que Mdina, tanto en extensión como en población, pero los lugares más interesantes pueden verse en una tarde o en una mañana, como ocurre con la ciudad del silencio. ¿Cómo se llega hasta Mdina? Es muy fácil. Hay autobuses frecuentes desde La Valeta, pero también desde St. Julians, Sliema, Buguibba, Mosta y Mellieha.

Las comunicaciones entre un punto y otro de Malta no suelen ser un problema, ya que se trata de un país pequeño y privilegiado, con buenas infraestructuras. Y sus habitantes son muy hospitalarios. Si estás buscando una buena escapada ahora que el verano toca a su fin, sin duda Malta es una opción muy buena. Y si lo que buscas es tranquilidad, qué mejor solución que la de huir del mundanal ruido en la ciudad del silencio.

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Visit Malta