NÁPOLES
Basílica de la Incoronata Madre del Buen Consejo de Nápoles: las leyendas que esconde
Viajamos hasta Nápoles para conocer el origen de la impresionante Basílica de la Incoronata Madre del Buen Consejo.

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Es el momento más que perfecto para poner rumbo Nápoles, una de las ciudades más sorprendentes y con más encanto de Italia. Allí nos topamos con un gran número de construcciones y monumentos verdaderamente espectaculares, como es el caso de la Basílica de la Incoronata Madre del Buen Consejo. Está situada en la zona de Capodimonte y fue construida siguiendo el estilo de la icónica Basílica de San Pedro. De ahí que sea popularmente conocida como “El pequeño San Pedro”.
Debemos tener en cuenta que en la plaza en la que está situada la Basílica de la Incoronata Madre del Buen Consejo se encuentra la entrada a las impresionantes Catacumbas de San Gennaro. Está representada por un busto del Santo de más de 4 metros de altura, con un peso aproximado de 15 quintales. Junto a esta obra, encontramos la Fuente de la Duquesa, que recibe ese nombre porque fue encargada por la Duquesa Elena de Aosta.
Basílica de la Incoronata Madre del Buen Consejo, a través de su historia
Para conocer el origen de este templo, debemos centrarnos en la figura de María di Gesù Landi. Nacida en la ciudad de Nápoles en enero de 1861, demostró desde niña su vocación espiritual, especialmente a la Madre del Buen Consejo. Es más, en 1884, encargó pintar un cuadro al artista Spanò.
María di Gesù Landi fue profundamente querida en esta ciudad, entre otras cuestiones, por haber sido protagonista de dos milagros. El primero de ellos, según la leyenda, tuvo lugar en 1884, cuando mostró al pueblo la imagen de la Madre del Buen Consejo. Un gesto por el que la epidemia de cólera que estaba azotando Nápoles cesó de forma radical.

El segundo suceso nos hace viajar a 1906 cuando, tras una erupción del Vesubio, la ciudad italiana se vio envuelta en un manto de ceniza por el cual muchos áticos y tejados se derrumbaron. María di Gesù Landi no dudó en exponer el cuadro en el balcón de su casa y un rayo de luz lo iluminó. Días más tarde, la erupción cesó y las cenizas empezaron a desaparecer.
Con posterioridad, no solamente se reconoció el culto, sino también el título de Reina de la Iglesia Católica y la coronación de la pintura. Algo que concedió el Papa Pío en 1912. Fue entonces cuando se llevaron a cabo un gran número de peregrinaciones para ver a la Imagen, por lo que era más que necesaria la construcción de un templo para que la albergase. Se erigió, precisamente, en el sitio que la Virgen había pedido: sobre la mole tobácea en la que fueron excavadas las catacumbas de San Gennaro.
La construcción de este templo, que fue diseñado por el reconocido arquitecto Vincenzo Veccia, comenzó a principios de enero de 1920 y no terminó hasta finales de abril de 1960, cuando se produjo la consagración por el cardenal Alfonso Castaldo. Por lo tanto, las obras duraron nada más y nada menos que 40 años. La basílica se hizo accesible al culto tiempo antes de hacerse efectiva su consagración.

Aunque María di Gesù Landi murió el 26 de marzo de 1931, esto no hizo que las obras de esta basílica se viesen interrumpidas. El 12 de junio de 1938, la efigie de la Madre del Buen Consejo fue introducida en la basílica que aún se encontraba en proceso de construcción. En enero de 1980, el Papa Juan Pablo II la elevó a basílica menor.
Hay quien dice que, en el terremoto que tuvo lugar en 1980, el busto de mármol que representaba a la Virgen y que se colocó en la fachada, cayó sin provocar ningún daño a los transeúntes. Lo cierto es que la estatua se dividió en dos partes. La superior, el busto, cayó del frontón de la iglesia a las escaleras rompiéndose a su vez, en dos partes (torso y cabeza). Una losa de piedra colocada a la entrada de la Basílica conmemora lo sucedido.
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