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LA GRAN MAYORÍA DE PROYECTOS LOGRAN EL ÉXITO LEJOS DE SU CREADOR

El dilema del fundador: casi ninguna empresa tecnológica triunfa si no cambia de manos

Hay tres tipos de empresas tecnológicas: las que desaparecen en el olvido, las que triunfan y acaban compradas por otras mayores o las que se hacen enormes y compran a otras. Casi ninguna de ellas triunfa gracias a su creador.

Steve Jobs muestra un terminal iPhone

Steve Jobs muestra un terminal iPhone Agencias

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Lo llaman 'el dilema del fundador', y es una curiosa tecnológica nacida en el seno de las escuelas de negocios por la que resulta casi imposible que una empresa triunfe si no cambia de manos. De hecho, una minuciosa investigación llevada a cabo en 2008 determinaba que el 80% de las empresas que habían alcanzado cotas de éxito habían cambiado de manos.

Quien acuñó esa teoría es Noam T. Wasserman, un profesor de Harvard Business School que empezó a recibir reconocimientos años después de su investigación y en ello sigue, cinco años después

Esa investigación se concretó en una línea de formación para empresarios incipientes, además de en un libro en el que reflexiona acerca de si es buena idea poner en marcha una startup solo o conviene rodearse de socios, qué perfil -no sólo profesional- deben tener estos y qué riesgos existen. Porque los hay, y él mismo lo contempla: hay un momento en el que el fundador de la empresa debe irse para que ésta siga su curso... y a veces debe ser despedido si no quiere hacerlo.

¿De lo contrario? Errores que echan a perder grandes proyectos, personalismos exacerbados que condenan la idea, falta de capital, falta de innovación...

Ahora mismo estarás pensando muchísimos ejemplos y seguramente estarás en desacuerdo, pero piénsalo otra vez. Vayamos por pasos.

En Twitter el CEO es Dick Costolo, que se incorporó a Twitter en 2009 como responsable técnico. Venía de Google, donde había entrado después de que el gigante comprara FeedBurner, empresa que creó. En 2009 Twitter, cierto es, ya había triunfado, y por aquel entonces estaba en el cargo Evan Williams, que sí fue uno de sus fundadores.

Touché.

Sin embargo había más gente en la creación de la red de microblogging por excelencia, como Jack Dorsey, Biz Stone... y Noah Glass. Este último fue uno de los creadores de la empresa, sin embargo ha sido borrado de la historia oficial. En su perfil lo pone bien claro: "Yo empecé esto", pero el mérito se lo han repartido los demás.

En Yahoo tuvieron que fichar a Marissa Mayer para intentar reflotar una compañía que Ross Levinsohn ya veía suya... y eso que ninguno de los dos la creó. Quien sí la creó es David Filo, que trabaja en la compañía que ahora otros comandan.

En Facebook lo mismo: Mark Zuckerberg creó Facebook y ahí sigue. Sí, pero no lo hizo solo. La historia de la red social es conocida, incluidas las disputas con los hermanos Winklevoss o Eduardo Saverin, recientemente reconciliados dinero mediante. Tampoco Snapchat fue mérito no sólo de gente como Evan Spiegel o Bobby Murphy, sino también de Reggie Brown

De ingratitudes la historia de las tecnológicas está llena: ahí están Larry Sanger de Wikipedia, Marco Ament de Tumblr, Paul Allen en Microsoft, Ron Wayne en Apple... y un buen puñado más.

Algunas de estas historias son grandes traiciones, otras son de una falta de visión palmaria... y otras meras necesidades de airear un proyecto.

Toda esta línea de investigación revive ahora viejos ejemplos. El primero, de cuando el boom de las 'puntocom' allá por el año 2000, cuando las empresas tecnológicas se compraban y vendían a precio de oro... justo como ahora, incluso sin aparente sentido.

El segundo, el ejemplo paradigmático: cómo una empresa que había entrado en decadencia tras iniciar la revolución de la universalización de los ordenadores personales tuvo que volver a fichar a uno de sus creadores, que a la postre volvió a revolucionar a la compañía y, de paso, al sector mundial de la tecnología.

Sí, Steve Jobs es el ejemplo paradigmático de una teoría que en apariencia él contradice. Pero si lo piensas bien, no tanto: quizá si no se hubiese ido, nunca hubiera podido volver. Hablo de la compañía, claro.

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