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Por qué aún no tenemos radiografías a color en tiempos de los selfis

Un par de científicos neozelandeses han conseguido tomar recientemente la primera imagen tridimensional de rayos X a color. ¿Por qué era tan complicado que han hecho falta 10 años de trabajo y adaptar una tecnología del colisionador de partículas del CERN?

Radiografía a color de una muñeca en la que se aprecian los huesos, los tejidos blandos y hasta un reloj

Radiografía a color de una muñeca en la que se aprecian los huesos, los tejidos blandos y hasta un reloj MARS Bioimaging

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En 1901, al profesor Wilhelm C. Röntgen le fue concedido el primer premio Nobel de Física por haber inventado, solo seis años antes, una tecnología médica revolucionaria: la máquina de rayos X. Él fue quien hizo la primera radiografía, de la mano de su esposa, que ni siquiera se quitó la alianza. Si no los llamamos rayos Röntgen es, sencillamente, porque él se opuso. Lo que sí ha tomado su nombre es una de las unidades que se utilizan para medir la radiación.

Si las pusiéramos una junto a la otra, entre aquella imagen pionera tomada hace más de un siglo y cualquiera de las actuales no habría tanta diferencia. La calidad se incrementado, por supuesto, pero siguen siendo en blanco y negro, se obtienen de manera semejante, y permiten distinguir más o menos lo mismo.

Cuando te hacen una radiografía, los rayos X atraviesan tu cuerpo hasta llegar a una placa. Las partes más blandas, como los músculos u órganos, dejan pasar la mayoría de los rayos sin más, de forma que aparecen negros (o, mejor dicho, más oscuros cuanta más radiación hayan absorbido) en la imagen resultante. Las partes duras, sobre todo los huesos, bloquean los rayos y aparecen blancas en la radiografía. Por eso estos borrosos retratos bicolor de tus entrañas son muy útiles para detectar fracturas y otras lesiones, pero no tanto en otras áreas de la medicina que requieren algo más de precisión.

Te preguntarás cómo es posible que en tantas décadas, mientras se inventaban la televisión, los ordenadores, los ‘smartphone’ con cámaras duales de muchísimos megapíxeles y telescopios capaces de ver lo que sucede a miles de años luz, no se haya desarrollado una máquina capaz de hacer radiografías a color. Lo cierto es que no han faltado esfuerzos, pero solo ahora están empezando a ver sus frutos.

La clave no estaba tanto en el método con el que se captura la imagen, sino más bien en la tecnología que se usa para procesarla. Hacían falta chips y ‘software’ avanzados capaces de distinguir cómo reaccionan diferentes tipos de tejido a la exposición. Herramientas para ir un poco más allá de “duro” y “blando”, “blanco” y “negro”. Conscientes de ello, y tras diez años trabajando en una técnica desarrollada en el famoso colisionador de partículas del CERN, dos científicos neozelandeses, padre e hijo, han conseguido realizar la primera radiografía tridimensional a color de la historia.

Radiografía tridimensional a color de un tobillo humano
Radiografía tridimensional a color de un tobillo humano | MARS Bioimaging

¿Cómo se hace una radiografía a color?

La parte de la radiación funciona más o menos igual que en las radiografías tradicionales, solo que ahora la forma de leer los resultados es distinta: en lugar de analizar qué parte de la radiación ha atravesado el cuerpo a través de los tejidos blandos y qué parte se ha quedado bloqueada en los más duros, lo que se mide es el nivel de radiación que ha llegado al otro lado.

Así, el avanzado chip (Medipix3) y los algoritmos para generar imágenes en 3D que ha desarrollado la empresa de los Butler, MARS Bioimaging, en base a la tecnología del CERN, es capaz de distinguir de forma muy precisa qué hay exactamente en cada sitio: grasa, agua, calcio, marcadores de una enfermedad… Por decirlo de manera sencilla, no es que el aparato en sí mismo grabe los colores en una placa, sino que el ordenador ‘colorea’ la imagen después de la lectura en base a lo que ha descubierto. Los distintos valores de radiación equivalen a distintos tejidos y, por tanto, a distintos colores.

De este modo, la resolución y el nivel de detalle que se obtienen son mucho mayores, y se pueden apreciar no solo huesos rotos y esguinces, sino también muchas otras anomalías en las áreas para las que tradicionalmente no servían de mucho los rayos X. Los investigadores señalan la investigación del cáncer o los enfermedades cardíacas como algunas de las disciplinas que ya están abordando y que se pueden beneficiar de este avance.

“Prometedores resultados preliminares sugieren que, cuando las imágenes espectrales se utilicen de forma rutinaria en las clínicas, permitirán realizar diagnósticos más precisos y personalizar los tratamientos”, afirma Anthony Butler. De hecho, él y su padre planean poner en marcha un primer ensayo clínico en Nueva Zelanda con pacientes de reumatología y ortopedia. Aún podrían faltar años para que la aprobación de las autoridades sanitarias se consiga, pero la técnica podría generalizarse muy rápidamente a juzgar por la efectividad que ha demostrado.

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