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AUN QUEDAN MUCHOS POR DESCUBRIR

Cuántos cráteres causados por meteoritos hay en la Tierra y dónde están

Hasta la fecha se han descubierto en nuestro planeta 191 estructuras geológicas formadas por la colisión de un objeto espacial en el pasado, pero científicos y aficionados siguen buscando.

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El cráter de Yarrabubba, en Australia, tenía 70 kilómetros de diámetro. Su origen no fue la actividad volcánica, sino el fuerte golpe de un proyectil espacial: hace más de 2.000 millones de años, el impacto de un meteorito dejó esta enorme huella en la corteza terrestre, la más antigua de este tipo encontrada hasta la fecha.

Tanto el de Yarrabubba, que la erosión ha convertido en una planicie, como el famoso cráter de Chicxulub (en la península del Yucatán, México) forman parte de la lista de 191 cráteres de origen cósmico detectados hasta ahora en nuestro planeta. Un número muy reducido si lo comparamos con los aproximadamente 70.000 meteoritos conocidos por los científicos.

Además de estudiar las estructuras ya identificadas, los materiales que las conforman y antigüedad, los expertos continúan buscando nuevas huellas del impacto de objetos extraterrestres.

El cráter Barringer (Arizona, Estados Unidos), el primero en ser identificado.
El cráter Barringer (Arizona, Estados Unidos), el primero en ser identificado. | Fuente: Shane.torgerson/Wikimedia Commons

El rastro de una visita espacial

Solos los meteoritos suficientemente grandes y pesados (10 toneladas, al menos) dejan un cráter de impacto. Los científicos creen que Yarrabubba cayó sobre una superficie helada, ya que por entonces la Tierra pasaba por una edad de hielo. El choque causó la liberación de miles de millones de toneladas de agua a la atmósfera, provocando el calentamiento del planeta.

Aunque es imposible rastrear hoy sus efectos climáticos, el calor y la presión producidas por las colisiones de este tipo alteran la roca subyacente proporcionando una huella geológica que puede estudiarse en la actualidad. El fenómeno puede dar lugar a la formación de yacimientos de diamante, de uranio o de minerales como el yeso y a reservas de gas subterráneas.

El lago Lonar (India), originado por la colisión de un asteroide.
El lago Lonar (India), originado por la colisión de un asteroide. | Fuente: Vivek Ganesan/Wikimedia Commons

Los choques de asteroides y meteoritos desempeñan un papel fundamental en la evolución de los planetas. Su importancia comenzó a valorarse a partir de la década de 1960. Hasta entonces, los geólogos consideraban que algunos pedazos de material extraterrestre lograban penetrar la atmósfera de vez en cuando, pero las únicas pruebas que tenían eran los meteoritos recogidos para ser exhibidos en museos y algunos pequeños y efímeros cráteres, principalmente en desiertos.

La situación cambió por dos motivos principales. Por una parte, las misiones espaciales de la época pusieron de manifiesto la relevancia de los cráteres en la formación de los planetas. Por otra, el establecimiento de criterios geoquímicos y petrológicos para identificar antiguos impactos en la Tierra facilitó su detección.

Los científicos han descubierto desde entonces que las colisiones de estos objetos extraterrestres han moldeado la superficie terrestre, alterado su corteza y cambiado su historia geológica.

Cientos de impactos por descubrir

Si bien se han detectado ya numerosas estructuras geológicas consecuencia de estos cataclismos, se estima que todavía quedan cientos por identificar. Su forma y tamaño varían enormemente, y van desde pequeños cráteres circulares con unos pocos kilómetros de diámetro hasta estructuras más complejas de más de 200 kilómetros.

Los cráteres de impacto terrestres son más difíciles de detectar que, por ejemplo, los de la Luna debido a su antigüedad y a la erosión que han sufrido (la Luna no tiene agua, atmósfera, ni actividad tectónica).

Puntos donde se han identificado cráteres de impacto.
Puntos donde se han identificado cráteres de impacto. | Fuente: Earth Impact Database

Científicos y aficionados estudian primero las imágenes de satélite para encontrar formaciones con un posible origen espacial —existe también una larga lista de candidatos sin confirmar—. A diferencia de los cráteres volcánicos, estos tienen una forma más irregular.

Pero las pistas definitivas que verifican la naturaleza de la formación son, principalmente, geológicas. Los análisis de las rocas permiten averiguar si sufrieron procesos de transformación metamórfica en el pasado. Por ejemplo, pueden estas compuestas por diminutos fragmentos o puede tratarse de tipos rocas y minerales originados a altas temperaturas o presiones, como el diamante.

Cada año se detectan nuevos cráteres de impacto en la superficie terrestre. Para hacernos una idea de los que quedan por descubrir, no hay más que pensar en un planeta vecino: en Marte se han encontrado ya alrededor de 42.000 con diámetros de, al menos, 5 kilómetros.

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