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FENÓMENOS ASTRONÓMICOS

Si una estrella muere, ¿desaparece la vida a su alrededor?

Cuando una estrella como el Sol muere, se convierte en una enana blanca. Los expertos buscan planetas similares a la Tierra en torno a estos astros fantasmas para comprobar si podrían aún albergar vida.

Las enanas blancas son estrellas que han agotado su combustible

Las enanas blancas son estrellas que han agotado su combustible Jack Madden/Carl Sagan Institute

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Cuando las estrellas como el Sol agotan su combustible nuclear se convierten primero en gigantes rojas y, finalmente, en enanas blancas. Al ser incapaces de producir energía, estos fantasmas estelares, muy abundantes en el universo, se van enfriando gradualmente y perdiendo su luminosidad.

Sin embargo, el brillo de estos cuerpos es suficiente para que los científicos puedan detectar posibles planetas que los orbitan. Lo hacen buscando las pistas que dejan al pasar frente a estas estrellas en decadencia: producen sombras y sufren alteraciones en su atmósfera.

Entre otros motivos, los astrónomos quieren estudiar los planetas que rodean a las enanas blancas para conocer más sobre el futuro de la Tierra: si el Sol agotara su combustible, ¿podría nuestro planeta seguir albergando vida?

Un telescopio para asomarse al universo

En un reciente estudio, un equipo de científicos sugiere que el telescopio espacial James Webb, que construyen conjuntamente la NASA, la ESA y la Agencia Espacial Canadiense, permitirá identificar planetas similares la Tierra en torno a enanas blancas y buscar signos de vida.

El James Webb, cuyo lanzamiento está programado para octubre del año que viene, podrá detectar agua y dióxido de carbono en los cuerpos espaciales. Además, revelará la presencia de gases como ozono y metano, relacionados con la existencia de vida.

Ilustración del WD 1856 b, un potencial planeta que orbita una enana blanca
Ilustración del WD 1856 b, un potencial planeta que orbita una enana blanca | Goddard Space Flight Center/NASA

Recientemente, otra investigación ha revelado el posible descubrimiento de un gran planeta gaseoso, bautizado como WD 1856 b (con un tamaño similar a Júpiter), en torno a una enana blanca. Aunque por sus características este gigante gaseoso no podría albergar vida, tanto su existencia como la observación de otros cuerpos rocosos cerca de estas estrellas sugieren que también podrían encontrarse planetas como la Tierra en sus zonas habitables.

“Sabemos que pueden existir planetas gigantes alrededor de enanas blancas y distintas evidencias recogidas durante los últimos años muestran material rocoso que cambia la luz de estas estrellas. Hay pequeñas rocas en los sistemas de las enanas blancas”, ha explicado Ryan MacDonald, coautor del primer estudio e investigador de la Universidad de Cornell. “Es lógico imaginar un planeta rocoso como la Tierra orbitando una enana blanca”, añade.

En busca de planetas similares a la Tierra

El satélite de sondeo de exoplanetas en tránsito de la NASA ya está buscando las huellas de esos posibles planetas rocosos en las órbitas de enanas blancas. Una vez se encuentre alguno, MacDonalds y sus colegas han desarrollado los modelos y herramientas informáticas necesarias para detectar signos de vida en su atmósfera utilizando el telescopio James Webb.

Los hallazgos tendrían importantes implicaciones, pues todas las estrellas, incluido el Sol, se convertirán algún día en enanas blancas. Los científicos se preguntan ahora si la muerte de una estrella significa también el fin de la vida.

Los planetas que orbitan pequeñas estrellas producen fuertes señales atmosféricas cuando pasan en frente de ellas.
Los planetas que orbitan pequeñas estrellas producen fuertes señales atmosféricas cuando pasan en frente de ellas. | Jack Madden/Carl Sagan Institute

“¿Podría continuar la vida, incluso si nuestro Sol muere? Encontrar signos de vida en planetas que orbitan enanas blancas no solo demuestra la increíble tenacidad de la vida, sino también aportan pistas sobre nuestro futuro”, asegura Lisa Kaltenegger, también autora del estudio y profesora de la Universidad de Cornell.

Junto a las enanas rojas, las enanas blancas son las estrellas más abundantes del universo. Las primeras fueron descubiertas en entre finales del siglo XIX y principios del XX. En 1939 se detectaron 18 y en 1950 ya se conocían alrededor de un centenar. En 1999 la cifra de hallazgos rondaba las 200 y hoy en día se cuentan por miles.

En teoría, estos fantasmas cósmicos se enfrían con el tiempo hasta dejar de emitir radiación detectable y convertirse en enanas negras. No obstante, el proceso es tan lento que la edad del universo desde el Big Bang podría ser insuficiente para albergar estos cadáveres estelares.

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