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EXPERIMENTADO POR KIK

WhatsApp y el auge de los chats está resucitando al código QR (si alguna vez estuvo vivo)

Son feos, y todos sospechamos que no los usa absolutamente nadie, pero la cuestión es que los códigos QR eran el futuro... y la realidad (de que no) parecía haberse impuesto. Sin embargo, las aplicaciones de mensajería parecen querer rescatarlos.

Códigos QR

Códigos QR Pixabay

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Nacieron en el lejano año 1994, cuando Denso Wave, una compañía japonesa subsidiaria de Toyota, lanzó un extraño código de barras cuadrado con recuadros en tres de sus esquinas y manchas negras en su interior, dispuestas aparentemente de forma aleatoria. Eran los códigos QR y llegaron para que su contenido (en principio, un registro de repuestos de vehículos) pudiera ser leído a alta velocidad.

A pesar de sus más de dos décadas de vida, no parecen despegar para uso general. Si bien es cierto que la llegada de los móviles inteligentes con su inseparable cámara pareció darle una nueva oportunidad a estos códigos, su diseño (más bien feo) y la incomodidad que supone usarlos los ha condenado, aunque no precisamente al olvido.

De hecho, están por todas partes: en paradas de autobús, en carteles publicitarios e incluso en las etiquetas de multitud de productos de los que encontramos en las estanterías de los supermercados. Sin embargo, lo más probable es que haya pocos usuarios que accedan a la información a través de los códigos QR.

Para empezar, para poder acceder a la información a la que enlazan los códigos QR es necesario descargar una aplicación que haga las veces de lector, algo que ya supone una barrera para que el proceso sea, efectivamente, veloz.

Sin embargo, las aplicaciones de mensajería podrían estar dándole el empujón definitivo a esos códigos que no han terminado de calar entre los usuarios, a pesar de rodearnos en el día a día. De hecho, la lista de servicios de mensajería que han empezado a introducir códigos QR en sus procesos es cada vez más larga.

Una de ellas es WhatsApp. El servicio de mensajería propiedad de Facebook prepara la que será una de sus próximas grandes novedades: los usuarios ya no tendrán que intercambiar sus números de teléfono para poder chatear, sino que la lectura de un código QR será suficiente para agregar a un nuevo amigo.

Así, WhatsApp rescataría los códigos QR solventando además el que es a día de hoy su principal inconveniente: los usuarios ya no tendrían que descargar una aplicación para leer el código en cuestión, sino que sería la propia app de WhatsApp la que lo haría a través de la cámara del teléfono móvil.

No obstante, WhatsApp no es, ni mucho menos, el primer servicio de mensajería que se fija en los códigos QR para facilitar que sus usuarios se pongan en contacto. De hecho, ya lo hizo antes Facebook Messenger y, además, es una de las principales características de Snapchat: la red social ofrece un singular y característico código QR para poder seguir a sus usuarios.

No obstante, puede que el caso más claro de una aplicación de mensajería acudiendo al rescate de los códigos QR sea Kik. Con 300 millones de usuarios registrados, el servicio de mensajería canadiense también cuenta con una suerte de códigos QR  personalizados y característicos que no sólo cuentan con un diseño más llamativo que el tradicional (para empezar, son redondos y no cuadrados), sino que además cuentan con más ventajas que agregar a otros usuarios para chatear.

Son usados por KIK de forma experimental

De hecho, estos códigos ya han sido utilizados por Kik de forma experimental para poner en contacto a los usuarios con empresas. Por ejemplo, al encontrar una prenda de ropa de una marca determinada, un código de Kik podría abrir directamente una conversación con el ‘bot’ de la compañía en cuestión. “Los códigos de Kik cogen el mundo real para llevarlo al teléfono e interactuar con él a través de robots”, explica el CEO de la compañía, Ted Livingston.

Así, ya sea para agregar amigos con los que chatear o para preguntar de qué tejido está hecho un pantalón, lo cierto es que los códigos QR podrían estar a punto de vivir, a sus 22 años, una segunda juventud... y su primera época de éxito real.

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