Aunque a la derecha no le hace demasiada gracia eso de practicar la memoria democrática, también ha decidido quitar calles y placas. Como al líder de la UGT, Francisco Largo Caballero, a quien el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, calificó de "golpista confeso, convicto y culpable de la muerte de miles de personas en 1934".
Pero veamos qué paso: en 1934, la República estaba gobernada por la derecha, y los mineros asturianos se rebelaron contra el Gobierno en una lucha que dejó más de mil muertos. Por aquel entonces, el socialista Largo Caballero ya era conocido como el 'Lenin español'. El Gobierno republicano lo metió en la cárcel como supuesto cabecilla de la revolución de Asturias.
Pero el Tribunal Supremo lo absolvió. "Él es juzgado como Azaña en un juicio político que no tiene sustento porque no están conectados a los hechos violentos de Asturias, que son violentos y son innegables. No se les puede atribuir a ellos", ha apuntado el historiador Gutmaro Gómez Bravo. Es cierto que Largo Caballero se había ido radicalizando (en sus discursos, el líder sindicalista no parecía el más demócrata).
Llamaba a luchar hasta que en los edificios oficiales ondease la bandera de la Revolución socialista. Y presidía el Consejo de Ministros cuando estalló la guerra, cuando en Madrid se produjo la matanza de Paracuellos, lo que ha servido a la derecha para quitarle a Largo Caballero placa y calle. "Siendo Largo Caballero el jefe del Gobierno, se dieron las matanzas más crueles en la retaguardia", llegó a afirmar el dirigente de Vox, Espinosa de los Monteros.
"Fue un luchador por los intereses y avances de los obreros, la lucha por las ocho horas, la mejora de salarios y además se opuso a la sublevación militar, defendió la legalidad republicana", ha señalado el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez.
Tampoco ve justa la equiparación el historiador Javier Monrosi: "No podemos comparar a una persona que trajo estos derechos con un golpista y asesino como Gonzalo Queipo de Llano".
Una historia de auténticos espías
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Las conversaciones entre Bárbara Rey y Juan Carlos I son sólo la versión amateur en una época de escuchas profesionales. laSexta columna ahonda en los diarios del jefe de los espías de la época, Emilio Alonso Manglano, para reconstruir cómo el poder se movió entre las sombras para tapar sus vergüenzas o destapar las del contrario