"Pegan una patada en la puerta y entran cinco o seis falangistas con pistolas, a puñetazos contra nosotros. Yo tenía una hermana entonces que tenía 19 meses y la agarraron de una pierna y con la otra mano, una pistola en la cabeza diciendo 'la matamos que es un engendro rojo'". Aquel episodio marcó a Antonio Sastre cuando sólo tenía 15 años. Ahora tiene 100 recién cumplidos. La represión de entonces acabó forjando a un joven aprendiz en un taller que ahora es el último guerrillero urbano vivo.
En el vídeo sobre estas líneas, Antonio cuenta a laSexta Columna que, cuando le dijeron que había una forma de rebelarse contra Franco, él no dudo: "Pues venga ya y me lie de guerrillero de ciudad". Antonio y sus compañeros se jugaban la vida en el que hoy sigue siendo su barrio: Cuatro Caminos, en Madrid. "Sabía que si me cogían, me mataban", afirma el exguerrillero, que recuerda que "muchas veces corrimos delante de la policía pegándonos tiros"
Mientras las familias obreras vivían en la miseria, a Antonio se le hacía difícil afrontar escaparates opulentos como el de Mantequerías Leonesas: "Estaban repletos de jamones, chorizos y quesos y la gente no podía tocar aquello, era solo para los americanos y hacer ver que en Madrid no faltaba de nada", explica Antonio. Por ello, la publicación 'Mundo Obrero' hablaba de aquellas Mantequerías Leonesas como de un objetivo de las bombas del Partido Comunista en Cataluña y en Madrid para desestabilizar a la dictadura. "Poníamos bombas en el escaparate cuando no había gente y saltaban los jamones al medio de la calle", comenta.
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