Una fiesta de diez de la mañana a seis de la madrugada en la que la música electrónica y los juegos acuáticos animaban a bailar a sus protagonistas. 8.000 participantes reunidos en el punto más multitudinario del programa de un festival que no ha parado de crecer en sus siete años de historia.

Esta séptima edición alcanza ya su ecuador con un objetivo: superar la cifra de 71.000 visitantes que el evento recibió en 2013. En su mayoría hombres de 25 a 40 años, de alto nivel adquisitivo, y de hasta 50 nacionalidades.

Sobre todo británicos, franceses, brasileños e italianos. Todos dispuestos a gastar sin miramientos para pasarlo bien. Según la organización, cada participante gastará cerca de 250 euros diarios.

Sólo en Barcelona, se prevé que el festival tenga un impacto económico de 100 millones de euros. Una cantidad que vuelve a convertir un año más a Barcelona en una de las capitales del ocio homosexual.