Jordi Évole ha podido conversar con los primos Strauch, tres de los supervivientes de la tragedia de los Andes de 1972. En Más Vale Tarde, habla de la situación a la que tuvieron que enfrentarse cuando, con el paso de los días, su única salida era comerse los cadáveres de las víctimas del accidente aéreo.

No es hasta el quinto día de esa tragedia cuando llega el "planteamiento de alimentarse con cuerpos de compañeros". Antes, como recuerda Évole, los supervivientes tiraban de "chocolates del avión" o de lo que pudieron encontrar en las maletas. "Pillamos una lata de mejillones y la poníamos con un trocito de chocolate", decían los supervivientes.

A esta situación había que sumar el intenso frío que hacía entonces, viajando con ropa que no era de abrigo. "No había ni calzado ni nada que tapase los huecos del avión. Su único calor era el del cuerpo a cuerpo", asegura Évole, que insiste que sobrevivir era "imposible si no se optaba por la antropofagia".