Uno de los nombres propios en torno al debate de la eutanasia en España ha sido desde hace décadas el de Ramón Sampedro, que se quitó la vida en 1998 después de tres décadas postrado en la cama por un accidente. Ramona Maneiro, una de las once personas que ayudaron al marinero a quitarse la vida, ha explicado en 'Más Vale Tarde' sus sensaciones después de que este jueves el Congreso haya dado el visto bueno a la ley.
"Ya llevo tanto tiempo esperando esto que me encuentro muy normalita. No sé si creérmelo o no", ha asegurado Maneiro, para quien esta ley no llega tarde "para unos", sino que "llega tarde para muchos".
Sobre cómo ayudó a Sampedro a practicar un suicidio asistido, ya que él no podía, Maneiro ha asegurado en varias ocasiones que esto fue "una chapuza": "Yo actué de corazón e hice lo que Ramón me indicaba. Cuando descubrí que realmente fue feo lo que hicimos, me dolió muchísimo".
A la pregunta de qué aprendió de su relación con Sampedro, Maneiro ha reconocido que, en muy poco tiempo, le marcó mucho: "Una de las cosas que me enseñó fue a valorar la vida. Me alegró mucho de haberlo conocido, de lo que me enseñó: a amar vivir, la libertad y a quererse uno mismo, que es muy importante. Cada vez que hablo de él, me ilumino".
La historia de Sampedro
Ramón Sampedro, nacido el 5 de enero de 1943, se quedó parapléjico con tan solo 25 años, después de una fractura cervical que lo dejó tetrapléjico al lanzarse al mar. El marinero gallego vivió durante treinta años sin poder moverse, postrado en la cama y requiriendo atención para todas sus necesidades.
En los treinta años que pasó desde el accidente hasta su fallecimiento, requirió en numerosas ocasiones que las autoridades le permitiesen lo que él no podía hacer: quitarse la vida. Sin embargo, en todas las ocasiones los juzgados se lo impidieron. Él hablaba del derecho de cada persona a hacer su vida a propia voluntad, pero que en su caso estaba incapacitado para el suicidio.
"El derecho de nacer parte de una verdad: el derecho de placer. El derecho de morir parte de otra verdad: el deseo de no sufrir. La razón ética pone el bien o el mal en cada uno de los actos. Un hijo concebido contra la voluntad de la mujer es un crimen. Una muerte contra la voluntad de la persona también. Pero un hijo deseado y concebido por amor es, obviamente, un bien. Una muerte deseada para liberarse de un dolor irremediable, también", explicó el propio Sampedro.
Cansado de vivir, Sampedro ideó un plan con el que librar a su grupo de amigos de las consecuencias de ayudarlo a quitarse la vida. Once personas llevaron a cabo once acciones. Ninguna de ellas era un delito en sí mismo, evitando así posibles consecuencias legales para sus ayudantes.
Cada uno con una llave, uno compraría cianuro; otro analizaría la proporción; un tercero lo mediría; el cuarto lo pondría en el sitio de recogida para el quinto; el sexto prepararía la mezcla, que el séptimo vertería en un vaso. El octavo colocaría una pajita, el noveno pondría el agua a su alcance. El siguiente recogería una carta de despedidas en tanto que el último se dedicaría a grabar los instantes finales de Sampedro.