Cada verano se repiten las escenas de jóvenes que arriesgan sus vidas lanzándose al agua desde lugares peligrosos, pese al riesgo que entraña este comportamiento. Sin embargo, ni siquiera hace falta que el salto sea desde un lugar elevado para que las consecuencias sean nefastas.

Es el caso de Berta Domínguez, estudiante de Medicina de 25 años. Hace dos, sufrió un accidente tirándose de cabeza a una piscina que la dejó tetrapléjica.

"Me tiré de cabeza, había verdín en el suelo, cuando apoyé las manos se me resbalaron y di justo con el centro de la cabeza", relata, "se me explotó una vértebra y se me rompió otra".

"Ahora estoy en silla de ruedas, estoy tetrapléjica", explica Berta, "yo iba para cirujana y no tengo manos". Las consecuencias del accidente, además, implican "muchos esfuerzos físicos todos los días".

"Te cambia la vida completamente", asegura la joven, que pronto terminará sus estudios de Medicina y quiere dedicarse a investigar las lesiones como la suya y, si los avances en cirugía robótica se lo permiten, retomar su sueño de ser cirujana.

"Siempre piensas que no te va a pasar a ti y al final puede pasarte", advierte Berta, que lanza a un mensaje a quienes se arriesgan con saltos imprudentes: "Les diría que vayan a visitar el Hospital de Parapléjicos de Toledo", asevera, "en un segundo de repente ves que toda tu vida se ha ido al garete".

"Tirarse de cabeza es súper peligroso porque pones en peligro una de las partes más débiles del cuerpo que es el cuello", insiste, "yo llevo dos años y sigo teniendo casi 10 horas de rehabilitación a a la semana".