No es nada nuevo si te digo que el calor ha llegado (seguro que ya lo estás sufriendo). Y con él, los reyes de esta época tan deseada por todos: ¡los helados! ¿Quién no recuerda una infancia de polos, bombones helados y conos? De los clásicos chocolate, nata y vainilla… a las mezclas “gourmet” de nuestros padres como el ron con pasas, el pistacho, o la menta con chocolate.
¡Cómo han evolucionado desde nuestra infancia! De aquellos famosos helados con forma de pie y dedo, Dráculas, o pirulís de sabores “tropicales” que no sabían decir exactamente a qué sabían… a los de hoy en día. Sin azúcar añadido, con quinoa, metidos en un pez de bizcocho (que para probarlo has sido capaz de hacer horas y horas de cola bajo un sol de justicia. Todo por la mejor foto para tu Instagram). Hasta la novedad de este verano. ¡Sin aceite de palma!
Los helados no se llevan la palma
Después de un invierno donde ha sido el tema estrella de todas las tertulias de nutrición y ecología. Después de culparle de todos los grandes males de la salud de los ciudadanos de dentro y fuera de nuestras fronteras. Después de volvernos locos buscando “la galleta perdida”, aquella que no tenía grasa de palma. ¿Cómo iban a venir los helados este verano con palma? ¡Mon dieu!
¿Tarde? ¿Ya te has comido un helado y nos has mirado si tenía o no aceite de palma? Calma. Relax. Respira. Lo primera que tienes que tener claro es que el aceite de palma no es malo en sí mismo.
Todo este revuelo se inició por un comunicado de una famosa cadena de supermercados donde expresaban que iban a iniciar el estudio de su sustitución en sus productos alegando motivos medioambientales. Es decir, en ningún momento hablaron de salud ni de ningún efecto del aceite de palma en sí mismo. Pero, su paso al “candelero” le costó caro y salieron a relucir sus presuntos efectos nocivos para la salud.
¿Son ciertos? Sí, a medias. Fundamentalmente los efectos perjudiciales de un consumo continuado y excesivo (es decir, que porque te hayas comido ese helado no te vas a morir) se refieren al aceite de palma hidrogenado. Es decir, el aceite de palma que ha sido sometido a procesos industriales para transformarlo y que pase de estado líquido a estado sólido tipo mantequilla.
De hecho, las fórmulas de leche infantil de inicio y continuación (las conocidas como leches 1 y 2) tienen aceite de palma (¿cómo?). Sí, aceite de palma. Pero sin hidrogenar. Y, ¿por qué se añade? Porque el aceite de palma aporta uno de los ácidos grasos de mayor interés en el recién nacido y el bebé: el ácido palmítico.
El coco se come la palma
Con todo y con eso, no hay marcha atrás. Este año los helados son sin aceite de palma. ¿Quién sucede en el trono al rey de las grasas más buscadas? Como en toda buena familia real, una prima-hermana: la grasa de coco. Y aunque la grasa hidrogenada de palma se ha demostrado en estudios científicos sus efectos nocivos, la grasa o aceite de coco tampoco es que sea la panacea. En el fondo, este aceite también tiene un alto contenido en grasas saturadas, como el de palma.
Aproximadamente el 84% de la grasa del aceite son ácidos grasos saturados, frente al 50% del aceite de palma (o el 14% del aceite de oliva). Que tenga este porcentaje tan alto de grasa saturada es lo que explica que se pueda mantener en estado sólido a temperatura ambiente, y no sea necesario hidrogenarlo.
Por otro lado (no todo es grasa saturada), el aceite de coco también es rico en triglicéridos de cadena media (TCM). Algunos estudios sugieren que estos triglicéridos pueden ser de ayuda para quemar calorías, y por tanto en la pérdida de peso. Si no fuera poco, parece que también contribuye a aumentar los niveles de HDL (conocido como colesterol bueno).
Entonces, ¿es bueno el aceite de coco? Tampoco podemos decir eso, porque al igual que aumenta el HDL, lo hace con el LDL (o colesterol “malo”), y no está del todo claro que los presuntos beneficios de los triglicéridos de cadena media compensen el riesgo de consumir un exceso de grasa saturada.
¿Y es mejor para el medio ambiente? Parece que tampoco. Mientras que la devastación de los bosques de Asia para el cultivo de aceite de palma ha generado páginas y páginas en los medios y grandes campañas ecologistas, el aceite de coco por su parte también tiene lo suyo. Parece que el cultivo del coco tiene sus propios problemas: salarios pésimos para sus agricultores y un gran impacto medioambiental en los ecosistemas tropicales por su cultivo intensivo.
Pese a esto, el “sin aceite de palma” ya se ha convertido en un reclamo publicitario más que un compromiso de las empresas con la salud o el medio ambiente. Coco o palma, la respuesta es la misma: moderación.
Y jamás entendamos un “sin aceite de palma” como una invitación comernos en vez de un helado de vez en cuando, a comerse dos de una vez…
Como en casa, en ningún sitio
¿Un verano sin helados? No tiene por qué. Además, puede ser una gran oportunidad para incorporar alimentos interesantes a nuestra dieta como lácteos, fruta o frutos secos sin necesidad de renunciar a refrescarnos y disfrutar. Repito: no pasa nada por un consumo ocasional y puntual. Lo importante es ser conscientes de qué lugar ocupan dentro de una alimentación sana y equilibrada.
Otra manera es despertar el chef que llevas dentro. ¿Cómo? Apunta esta receta y disfruta:
•1 yogur natural
•2 cucharadas de postre de cacao puro sin azúcar añadido
•10 avellanas
•Canela al gusto
•5-6 pasas o 2 dátiles
Mezclamos y trituramos con la batidora bien todos los ingredientes. Los colocamos en unos moldes para helados, un par de horas a la nevera y… ¡tachán! Un helado casero que nos aporta todo lo bueno de los lácteos y frutos secos.
¿Por qué quedarnos aquí? Prueba a hacerlos con frutas como la sandía, el mango, o el plátano. Sustituye las avellanas por cacahuetes. Cambia el yogur por queso fresco batido. Experimenta y descubre cómo hacer helados puede ser algo saludable y divertido.
Salud, y buenos alimentos.