Algunas de las ayudas que se pusieron en marcha para dar apoyo económico a las personas más vulnerables tras la crisis de la pandemia aun no han llegado a muchas familias. Inés Paz ha visitado a una de ellas, que espera recibir el Ingreso Mínimo Vital que no llega.

Viven siete personas en un pequeño estudio de poco más de 20 metros cuadrados, tres adultos y cuatro niños, en un espacio muy reducido. Fátima, la madre, explica que en un sofá cama duermen sus cuatro nietos con su hija, y en un sofá ella. El hijo de 19 años tiene una cama en una especie de de habitación, separada del salón por un mueble.

Fátima recibe la renta mínima de 520 euros que no llega para las siete, y aunque han solicitado el Ingreso Mínimo Vital, la ayuda no ha llegado. De hecho, el estudio en el que viven fue proporcionado por Cáritas, para que viviese con su hijo.

Cuando su hija mayor regresó con sus nietos de Alemania, tras sufrir un episodio de malos tratos hace dos meses, Fátima tenía claro que tenía que ayudarles y les acogió en el estudio. "Yo como madre no la voy a dejar en la calle", asegura.

Como el piso es solo apto para dos personas por las condiciones que marca Cáritas, la hija, recién llegada de otro país no puede empadronarse allí ni tiene acceso a otro lugar en el que empezar a rehacer su vida.

"Si no tienes empadronamiento no pueden asignarte ayudas", asegura la mujer. Y añade Fátima: "No existes para el sistema".

Por esa razón no ha podio escolarizar a sus hijos de entre dos y cinco años. "Necesitaban un papel de Cáritas que confirmasen que viven en el piso", explica. Además, aunque ha tenido entrevistas de trabajo, asegura que no puede dejar a los niños en ningún lado, ya que no está empadronada.

La familia sobrevive con la ayuda de una asociación que les da alimentos básicos y mascarillas gratis. "Se llega a final de mes arrastrando", asegura Fátima, quien espera recibir pronto la ayuda del Ingreso Mínimo Vital para mejor sus situación y la de los suyos.