Esta semana, Pekín se ha convertido en el epicentro de la diplomacia internacional con la celebración de la macrocumbre China-África, que ha reunido a 50 líderes africanos. El presidente chino, Xi Jinping, ha anunciado una promesa de 46.000 millones de euros en ayudas financieras, una cifra que busca fortalecer las relaciones bilaterales que, según Xi, están viviendo su "mejor momento".
China, en su estrategia para consolidar su influencia en África, utiliza una combinación de poder blando y financiamiento estratégico. La promesa de inversión incluye la construcción de infraestructuras clave como redes ferroviarias y puertos, con el objetivo de alinear a los países africanos en su competencia global con Estados Unidos y Occidente. Este apoyo financiero se ofrece en forma de créditos con un interés del 4% y un plazo de devolución de 10 años, en lugar de donaciones directas.
Sin embargo, los críticos advierten que la estrategia de China podría implicar riesgos para los países receptores. Un caso es el de Sri Lanka, que tras no poder pagar un crédito para un puerto, ahora cede el 70% de dicho puerto a China. La preocupación también se extiende a la posibilidad de que proyectos como el tren entre Kenia y Uganda queden incompletos, como ha ocurrido con el tren que une la costa de Kenia con Uganda, con una deuda pendiente de 8.000 millones de euros y un plan paralizado durante cuatro años.
Además del financiamiento, China está impulsando su influencia a través de iniciativas como el programa StarTime, que proporciona televisión por satélite gratuita en hospitales y colegios, con el fin de aumentar su popularidad y simpatía en el continente. El reciente despliegue del Arca de la Paz, un hospital flotante en Sudáfrica, que ha atendido a 2.000 pacientes en su primera semana, es otro ejemplo de su estrategia para ganar corazones y mentes en África.
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