El 26 de abril de 1937 tuvo lugar una de las mayores tragedias de la Guerra Civil. En solo unas horas la legión Cóndor y la aviación legionaria italiana, aliados del bando franquista, arrasaron la villa vizcaína de Guernica. Andrea Ropero tiene la oportunidad de charlar con dos supervivientes del bombardeo: Crucita Etxabe y Emilio Aperribay.

Tras el bombardeo, Aperribay explica que él y su familia fueron trasladados a Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja. "No teníamos nada", cuenta. Crucita, por su parte, se trasladó a Burdeos y después a París con su familia. "Tuvimos la mala pata que cuando llegamos a Francia cogimos allí la Segunda Guerra Mundial", le explica a Andrea. Con nueve años volvió a Guernica y comenzaron a vivir en una chabola.

Para ellos, durante los años de la dictadura fueron duros. "Aquí era horrible, no podías hablar nada", cuenta Crucita. "No pude aprender euskera, estaba perseguido", explica Emilio. Como relata Crucita, su madre iba todos los lunes a la plaza del mercado de Guernica a vender género de aldea y con el dinero que ganaba podían sobrevivir.

Para Emilio es importante seguir hablando del bombardeo de Guernica y de lo que pasó para "tratar de eliminar lo que está ocurriendo". "La memoria histórica está para recordar y tratar de que la gente sepa lo que ocurrió y, sobre todo, la juventud", argumenta Aperribay. "Esos políticos que hablan así no han pasado y no saben lo que es pasar, solo lo sabemos lo que hemos pasado", añade Etxabe. "La derecha española no quiere para nada la memoria histórica", afirma Emilio. "No les conviene", concluye Crucita.