Moria era hasta el incendio el mayor campamento de refugiados de Europa, ubicado en la isla griega de Lesbos. Las 13.000 personas, migrantes y solicitantes de asilo, que vivían allí han sido trasladadas a un nuevo campo y la historia se repite.

Muchos se resisten a ir al nuevo campamento porque no quieren que les vuelvan a encerrar y permanecen en un aparcamiento, en tiendas de campañas, arropados por varias ONG. Andrea Ropero se ha trasladado hasta la zona para conocer en qué situación se encuentran las familias que permanecen allí con el reportaje 'Moria, el campamento de la vergüenza'.

La periodista conoce a una familia que no quiere moverse al nuevo campamento. Vienen de Siria, huyendo de la guerra atravesaron Turquía con su hija de tres años hasta llegar a Lesbos. Tuvieron que vender todas sus pertenencias para sufragar el viaje y ya no les queda nada.

En Moria tuvieron un bebé que apenas tiene 12 días. El padre ha contado cómo fue el momento del incendio: "Fue muy duro. Fuimos a la policía para decirles que teníamos un hijo de apenas cuatro días al que le había afectado el incendio. Les pedimos ayuda, que nos llevaran a una casa". Pero no recibieron esa ayuda y, cuenta, se escondieron entre unos olivos durante una semana.

Finalmente, son trasladados al nuevo campamento al que se resistían a ir. Allí los refugiados permanecen encerrados, aislados con concertinas a las que la policía no deja que se acerque la prensa, y reciben una comida al día.

"Las condiciones en el nuevo campamento son degradables, sin aislamiento, dormimos bajo una lona donde hay piedras. Desde las siete de la mañana hay cola para poder coger agua", cuenta el padre de familia.

Una infancia como refugiados

Los niños son un grupo especialmente vulnerable en los campos de refugiados por las malas condiciones de vida que tienen que no les permiten ni siquiera seguir con los estudios más básicos.

El Gobierno griego ha trasladado al continente a 400 menores no acompañados, pero en la isla todavía quedan 4.000 niños que sí tienen familia a los que se les obliga a permanecer en territorio griego hasta que se solucione su situación de asilo, lo que implica meses e incluso años de incertidumbre viviendo en condiciones infrahumanas.

Andrea Ropero charla con algunos, entre ellos un chico de 14 años y que llega de Afganistán. "Salimos hace tres años. Primero estuve en Irán y ahora llevo un año en el campo de Moria", cuenta a la periodista.

Preguntado por cómo se siente, asegura que en el campamento son "como animales". "No estamos bien", cuenta. De hecho, el incendio fue un episodio tan duro que le cuesta recordar todo lo que ocurrió.

"En Afganistán no teníamos un buen futuro, la vida era muy dura. Es una larga historia y no puedo contarla, pero estábamos en guerra cada día", reconoce el pequeño.

Su deseo es ir a Alemania y estudiar la carrera de informática y seguir estudiando. Por ello, pide a los políticos europeos "ayuda": "No somos animales para estar abandonados en el campo, ayúdenos", dice en su mensaje.

La reportera también habla con una niña que explican que en Moira al menos tenían comida cena y desayuno, ahora no. "Por las noches hace mucho frío y no tenemos mantas", cuenta la pequeña de diez años que habla muy bien inglés.

Lo que más echa de menos es estudiar y jugar con sus amigos, a los que echa de menos. ¿Y su sueño? Ser cantante.

La Policía evita que Andrea Ropero hable con refugiados

Durante el reportaje, Andrea Ropero advierte que "la Policía griega blinda el acceso al nuevo campamento", impidiendo a los periodistas que se acerquen.

Minutos después, cuando la periodista trata de comunicarse con una familia de refugiados que se encuentra encerrada dentro, la policía echa a Ropero del lugar.