Máximo Huerta todavía se rompe al hablar de la violencia de su padre y reconocer que de pequeño se acostumbró al miedo. "Sé cómo sabe el miedo, solo el sonido de las llaves de mi padre al llegar a casa era el miedo", admite a Albert Espinosa.

El escritor evitaba salir con sus amigos porque mientras él se encontraba en casa podía proteger a su madre: "Si yo estaba, mi padre se podía cortar. No sé qué pasaba cuando me iba".

Sin embargo, la violencia de su padre no se quedaba ahí, iba más allá: "Prohibía a mi madre pintarse las uñas, pintarse y vestirse de rojo".

Años después, Máximo Huerta decidió hacer "justicia al destino": "Pinté a mi madre, ya con demencia y alzhéimer. Le dije que le iba a pintar las uñas rojas y se las pinté como una venganza al pasado. Ella se dejó, se las miró y dijo que iba muy guapa".

"Con esto no limpio el dolor que ha sufrido mi madre, pero se lo regalé porque ella fue incapaz de verbalizarlo", añade emocionado.

A pesar del dolor, el escritor perdonó a su padre unos años antes de que muriera: "Lo he querido porque es mi padre. Aunque no puedo justificar nada de lo que hizo, sí puedo reconciliarme. Él se fue en paz y yo también".