A Amalia no le tiembla la voz al denunciar su calvario. "No tengo recuerdo de que hubiera penetración, si hubo tocamientos y felaciones mutuas. Mi abusador fue mi hermano mayor", relata.

Como la mayoría de víctimas, fue un familiar el que abusó de ella. El miedo la hacía ceder a sus presiones. "Él siempre me amenazaba con 'mamá te va a pegar y no te va a creer'".

Esa es una de las razones por las que muchas víctimas, como Amalia, no lo cuentan. "Uno de cada cinco menores sufre abuso sexual en la infancia. Hablamos de un 20% de la población", explica Beatriz Benavente, coordinadora de Fundación RANA.

Por eso, las asociaciones centran su atención en prevenir desde las escuelas. Para muchos, lo peor es la sensación de culpa y esto los lleva a castigarse.

"Mi primer intento de suicidio fue con 9 años", confiesa Amalia, que hasta los 16 años no reunió el coraje para contárselo a su madre. "Mi madre me dijo que si aguanté tanto tiempo era porque a mí me gustaba y me iba bien".

Ese apoyo familiar que tanto necesitaba no lo tuvo. De mayor, sí que lo encontró en las psicólogas de la Fundación RANA. Amalia tiene muy claro su consejo para cualquier víctima: buscar ayuda.

Hablar. Porque la clave es no callarse: romper el silencio contra el abuso sexual.