Manuel es un recién llegado a Sevilla en la noche más fría del año. Sin hogar, hasta que la Unidad Municipal de Intervención y Emergencia Social le comunica que tiene albergue. "Encantado, y gracias", dice Manuel, emocionado porque ya conoce otros cielos helados. Le ofrecen el mismo techo a Javier. "Yo lo agradezco muchísimo pero no soy de albergue", afirma. Prefiere la independencia de sus mantas.

"No se encuentran en el momento que ellos desean para acceder al albergue", comenta Víctor Martínez, técnico de Trabajo de Calle de UMIES. No son los únicos. Los cuatro niños de Estephan tocan a media manta por cabeza. Allí, en las chabolas del poblado de El Gallinero, el frío se cuela por todas partes. Tapan los huecos con lo que pueden, como con muñecos de peluche. No es solo que no tengan agua caliente, es que la fría no sale del grifo porque está congelada.

Mireya es otra de las personas afectadas por el frío. No entienden por qué no llegan las viviendas que el Ayuntamiento de Madrid les prometió para el agosto pasado. "No se trata de venir a pasearse, sino dar soluciones", critica Jorge Fernández, voluntario en la Parroquia de San Carlos Borromeo. El frío estos días es universal, pero no los recursos. A Pedro, vecino del municipio gallego de Zas, le tiene que pagar el Ayuntamiento la electricidad para calentarse. "Si no, nos morimos de frío", señala.