Maniatados y amordazados, Juanfran y Rosario vivieron momentos de terror cuando dos encapuchados armados irrumpieron en su hogar en San Antonio de Benagéber (Valencia). Con el peligro acechando y temiendo por sus vidas, decidieron enfrentarse a sus atacantes en un acto de valentía desesperada.
"Los noté muy nerviosos y pensé que si no hacía algo nos iban a matar", confiesa Juanfran, quien narró cómo rompió las bridas que los mantenían inmovilizados y se abalanzó sobre uno de los asaltantes al ver que habían dejado las armas sobre la mesa. Sin saber que eran simuladas, lucharon por su supervivencia.
Mientras Juanfran se enfrentaba al más corpulento, fracturándole el fémur en la lucha, su esposa, Rosario, no dudó en usar lo que tenía a mano para defenderse, "era la vida nuestra o la de ellos", afirma. Con un cazo y luego con una sartén, logró intimidar al otro asaltante, obligándolos a huir con el botín mínimo -400 euros-.
A pesar del dolor físico y el miedo, lo que más ha dolido al matrimonio es descubrir que una amiga de confianza, presente en el momento del asalto, resultó ser uno de los cerebros detrás del robo, "nos dijo que venía a contaros un problema y que teníamos que estar los dos", apunta Juanfran. La traición y la decepción se sumaron al trauma ya vivido.
La policía advierte que enfrentarse a los atracadores no es la respuesta adecuada, pero para Juanfran y Rosario, fue una cuestión de vida o muerte.
"Le habían lavado el cerebro"
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El contexto Adriana di Gerónimo se enteró de que su hermana estaba recluida en una congregación católica que había recibido denuncias por abusos sexuales. Al recibir la noticia, no dudó en dirigirse a Manresa para ayudarla.