Subimos hasta la puerta del piso donde vive Natalia, en un barrio al sur de París, pero nadie responde. Ese ha sido su domicilio en los últimos meses.

Su casero se ha negado a hablar con los medios. "No puedo contestar. La Policía me ha dicho que no puedo hacerlo", ha explicado a periodistas de laSexta.

Llegó allí a principio de curso para hacer su año de Erasmus. Según su círculo íntimo, no ha sido un año fácil. Se sentía sola, agobiada y con dificultad para hacer amigos. Natalia, de 22 años, de pelo castaño y con un piercing en la nariz, estudiaba en la Escuela de Economía de la Universidad de la Sorbona.

Le quedaban dos semanas para acabar el curso y regresar a España y pensaba pasarlas en casa de una amiga. Estaba mudándose el día que se le perdió el rastro, después de llevar dos maletas a la vivienda de su compañera e ir a buscar la tercera. Después tenía pensado estudiar con su amiga, pero jamás regresó.

Cerca de su universidad, en un parque, la Policía ha encontrado una mochila con el teléfono móvil y el ordenador portátil de Natalia. Se trata de la última pista de la española.

Horas antes de desaparecer publicó una fotografía en Instagram, sonriente y despreocupada. En Facebook compartió un mensaje sobre salud mental que rezaba: "Cuando tu salud mental está mal, date un respiro. Eres humano. Está bien luchar".

El padre de Natalia, que se encuentra en París, sigue de cerca la investigación de la Policía francesa, que ya tiene el ADN de los familiares, en colaboración con la Guardia Civil.