Huellas de roedor inconfundibles de hasta 18 cm y troncos afilados como la punta de un lápiz en la riberas de los ríos delatan a los castores que desde hace días dejan sus rastros en las orillas del Guadalquivir a su paso por Jaén. "Son capaces de roer a muchísima velocidad la madera. Lo más claro son los troncos caídos y cortados como con esa forma como en bisel y como si los hubieran cortado a machetazos", explica Paco García, biólogo y experto en mamíferos. Lo corrobora su compañero Jacinto Román, biólogo en la estación biológica de Doñana (CSIC): "Los castores cortan la madera de una forma muy característica, los cortan en forma de punta, como cuando afilas un lápiz. Van tumbando troncos y van tumbando ramas. Nadie más hace eso".
Los castores son roedores semiacuáticos que se caracterizan por tener una cola aplanada y viven en zonas de ribera. Se alimentan de pequeñas ramas y de las cortezas de los árboles y pueden llegar a pesar más de 20 kilos. Además son expertos en levantar presas y diques. Ahora se han encontrado rastros inequívocos de su presencia en el nacimiento del río Guadalquivir, en Jaén. Cómo han llegado hasta allí es un misterio. "Obviamente los castores no vuelan, y es un animal que necesita desplazarse utilizando los cursos de agua", explica Paco García.
Todo apunta a una nueva suelta ilegal de castores, de supuestos activistas amantes de los animales del norte de Europa. En 2003, uno de estos grupos liberó 18 ejemplares de la especie europea en el río Ebro. En 2022 aparecieron rastros en el Duero y ahora en Andalucía. "A nosotros nos llegó indirectamente a raíz de una persona que lo vio. Fuimos a comprobarlo y vimos que efectivamente eran castores", explica Jacinto Román.
"No sabemos quiénes son, pero hay grupos a nivel de toda Europa, que han desarrollado una estrategia de suelta de castores que llaman "bombardeo con castores", que consiste en ir donde ellos consideran que debe haber castores e ir soltando en distintos lugares grupos de castores. Sin preocuparse más de cómo les vaya en adelante. Ellos los sueltan con la esperanza de que soltándolos en muchos sitios acaben consiguiendo que en algún sitio salga para adelante la población de castores", cuenta Jacinto Román.
El problema es que se sabe muy poco sobre ellos, apenas hay estudios y falta información sobre los castores en nuestro país. "Habría que saber bien dónde están, cuántos hay, valorar su estado sanitario, ver si están impactando sobre los hábitats. Ni siquiera sabemos exactamente de qué especie se trata", insiste García. Para él es clave trabajar para "minimizar los conflictos" con agricultores o personas que tienen fincas con chopos o sauces para materia prima. Habría que trabajar para que "no se perciba como una amenaza por parte de esos colectivos". Porque los castores son animales que modifican el hábitat donde viven. "Es un ingeniero de los ecosistemas, no es inocuo, modifica el hábitat. Normalmente ha sido beneficioso, beneficia a la biodiversidad... pero tampoco sabemos en un ambiente mediterráneo como el nuestro cómo afecta. El problema es que tenemos un gran desconocimiento de la situación que existe", por eso creen que sería necesario un proyecto coordinado para que todo el mundo trabajase en una misma dirección.
El problema de las sueltas ilegales es que se hacen sin conocer el entorno, ni tampoco las características de los castores que se llevan a un determinado terreno, aparte de no estar autorizadas. Por eso los expertos recuerdan el éxito de la reintroducción de especies bien hechas como la del lince ibérico, el oso pardo o el quebrantahuesos en nuestro país. "De tener 100 linces en 2002, ahora tenemos 1.700 ejemplares. Es un éxito rotundo, que se pone como ejemplo en seminarios y congresos a nivel internacional", apunta Paco García.