Aunque los floristas aseguran que “cada vez vienen menos” personas para recordar con flores a sus seres queridos, esperan que las ventas sean parecidas a las del año pasado, sobre todo flores naturales.

A diferencia de lo que ocurría antaño, "la gente ahora se lleva de todo". De hecho, ya sean claveles, margaritas o rosas, lo que importa es tener presente a esa persona especial que descansa en camposanto. Además, ha afirmado que en el terreno floral la novedad se resiste y "siempre es lo mismo", si bien "todo depende de la capacidad económica de casa uno".

Por su parte, la dueña de una de las floristerías del camposanto sevillano, Rosario Pérez, ha asegurado que la crisis aún sigue haciendo estragos en los ciudadanos, por lo que muchos dejan de recordar a sus seres queridos con flores.

Sin embargo, ha explicado que "los que más se gastan" son las personas de etnia gitana que "ese día aunque no tengan para comer, es sagrado". De hecho, frente a los "30 ó 35 euros" que suele invertir en flores cualquier sevillano, los de etnia gitana adquieren canastos que oscilan "entre los 200 y 300 euros". No obstante, y a pesar de la crisis económica, lo cierto es que esta tradición sigue conservándose en cualquier punto de España.

Pero, a falta de dinero para flores naturales, las de plástico van ganando terreno, aunque "al principio eran un horror pero ahora se van introduciendo por ser baratas, prácticas y duraderas", explica el antropólogo Manuel Mandianes, quien niega que el culto a los muertos haya perdido importancia.

¿Hay hueco para la tradición religiosa en el mundo moderno? "Los tiempos cambian pero la esencia de las costumbres perdura", afirma el teólogo, escritor y antropólogo del CSIC Manuel Mandianes.

La religión "ha perdido vigencia" pero sigue estando muy presente: "al menos diez millones de españoles van a misa cada domingo" y los cementerios se llenan de flores el primer día de noviembre, algo que se refleja sobre todo en el entorno rural, asegura Alejandro Navas, profesor de Sociología de la Universidad de Navarra. Los habitantes de los pueblos salen en procesión alrededor de la iglesia, ofrecen misas y rezan enfrente de las sepulturas de sus seres queridos. 

Y es que esta tradición va perdiendo importancia entre los más jóvenes, que prefieren, en muchos casos, celebrar Halloween, una fiesta de tradición celta. El antropólogo Mandianes advierte que "la globalización nos hace correr el riesgo de perder nuestra identidad", aunque algunas zonas rurales han procurado recuperar sus tradiciones para evitar que caigan en el olvido.