Protegido, cuidado, a salvo, como debería estar todo recién nacido. Pero Sam ha pasado la mitad de su corta vida en grave peligro. Horas a la deriva, en un bote, empapado. Su madre, Salí, embarcó apenas horas después de dar a luz en una playa en Libia. Necesitan un médico, por eso vienen a evacuarles.

Ha costado, pero ya están aquí. Los servicios de emergencia les llevan a Malta. La cesta de rescate se convierte en la primera cuna de Sam. Son una excepción. Malta no quiere llevarse a nadie más. No deja que el Open Arms desembarque en sus puertos y a bordo hay 311 personas. Todas en cubierta.

Italia también les cierra las puertas. Esta tarde, por fin, España da el visto bueno para que vengan. Ya están en camino. Tardarán al menos cinco días en llegar. Por eso siguen intentando que les acojan en un puerto más cercano. Celebran que están vivos. Que había alguien en esas aguas de Mediterráneo para salvarles. Que no serán uno más de los 1.300 que han perdido la vida este año intentando llegar a Europa.