Este martes, 30 de noviembre, Estados Unidos se despertaba con un escalofriante relato que no tardó en difundirse como la pólvora en redes sociales; el de Michele Goodwin, profesora de derecho en la Universidad de California que advertía en una columna publicada en 'The New York Times'de que este miércoles, la Corte Suprema -de mayoría conservadora- escucha argumentos sobre la ley de Mississippi que prohíbe el aborto pasadas las 15 semanas de gestación y que "no prevé excepciones en casos de violación o incesto".
"Lo que está en juego en este caso es importante para las innumerables niñas y mujeres que han sido agredidas sexualmente, incluidas aquellas que, como yo, fueron violadas por un padre, un tío u otro miembro de la familia", explica al comienzo del texto Goodwin, que detalla su pesadilla: "Fue en la madrugada de mi décimo cumpleaños cuando mi padre me violó por primera vez. No sería el última. El impacto fue tan grave que me quedé temporalmente ciega antes de comenzar las clases de quinto grado".
La profesora señala que ahí no concluyo su terrible situación: "Cuando comenzó el año escolar, mi padre me llevó a ver un montón de médicos y una simple explicación médica encubrió el trauma causado en mi cuerpo por su violencia sexual". Y añade: "El sufrimiento fisiológico que soporté incluyó migrañas severas, pérdida de cabello e incluso canas a los diez años. Mientras que otras chicas pueden haber anhelado la pubertad, yo detestaba la idea". La docente denuncia que su cuerpo se convirtió "en algo" que no era suyo.
"Me lo habían quitado (el cuerpo). Vivía con miedo por la noche a los pasos fuera de la puerta de mi dormitorio", cuenta Goodwin, que precisa que las violaciones de su padre "se escondían detrás de la riqueza, el estatus social y su actuación como un padre comprometido y atento". La profesora ahonda en esta reflexión: "Asistí a escuelas de élite en la ciudad de Nueva York, estudié ballet en una academia de renombre y tomé lecciones privadas de violín y tenis. Mi padre nunca se perdió una conferencia de padres y maestros".
Cuando me quedé embarazada, mi padre mintió diciéndole al médico que había sido imprudente con mi novio, que estaba haciendo todo lo que podía como padre soltero, pero que yo estaba fuera de control"
Sin embargo, continúa esgrimiendo, "ese barniz de normalidad contradecía la violencia familiar íntima que comenzó años antes" con el abuso físico de su madre. "A veces era tan violento que la hospitalizaban", denuncia Goodwin, que revela que a los 12 años estaba embarazada de su padre y sufrió un aborto: "Mi padre mintió sobre mi edad y las circunstancias de mi embarazo, informándole al médico de que tenía 15 años y que había sido imprudente con mi novio. Mi padre negó con la cabeza y le explicó al médico que estaba haciendo todo lo que podía como padre soltero (mis padres se habían divorciado en ese momento), pero que yo estaba fuera de control".
Pide a la Corte Suprema tomar el camino correcto
"Ambos hombres parecían expresarme desprecio. Durante muchos años, la vergüenza de la mentira de mi padre permaneció conmigo: el estereotipo incrustado en la narrativa de la niña negra arriesgada e hipersexualizada", expone la docente, quien asevera en el mismo artículo que su vergüenza nunca vino dada por el aborto: "Siempre estaré agradecida de que se interrumpiera mi embarazo. Tengo la suerte de que mi cuerpo se salvó de un trauma adicional impuesto por mi padre, uno que hoy sería forzado por algunas legislaturas y tribunales estatales".
Así, para Goodwin "ningún niño debe ser presionado para que lleve un embarazo y dé a luz; o sienta remordimiento, culpa, duda o malestar por un aborto bajo ninguna circunstancia, y mucho menos por una violación o incesto". Una situación tan grave con la que ahora, años después, "como sobreviviente de una violación infantil y un embarazo y como profesora de derecho que enseña derecho constitucional y bioética" es capaz de reconocer "los graves peligros de la actual batería de prohibiciones del aborto": "Con esas leyes, el Estado ha obligado a las niñas a cargar con la carga de sus deseos, obligando a muchas de ellas a arriesgar su salud, e incluso arriesgarse a morir, al permanecer embarazadas".
"Como un servicio militar, el estado ha reclutado coercitivamente a sobrevivientes de violación e incesto para que soporten una tremenda carga más", ha manifestado Goowin, que considera, por las razones explicadas en ese texto, que este es "un momento crucial para que la Corte Suprema" se replantee hacia donde quiere encaminar las leyes que pueden agravar los riesgos que sufren muchas mujeres hoy en día, tanto en la vía pública como en el interior de sus hogares.