El crucero Akademik Shokalskiy atraviesa el Ártico como parte de su recorrido habitual. En uno de sus viajes, los pasajeros avistaron desde lejos la isla de Wrangel y observaron sendos puntos blancos en las laderas que parecían parches de nieve o fragmentos de hielo, pero el clima cálido de los últimos meses hacía imposible que hubiera nieve en la isla.

Al acercarse más, observaron que los puntos blancos se movían y cuando ya estaban cerca de la costa se dieron cuenta de que eran animales.

Se trataba de al menos 200 osos polares que acudían a la playa a devorar el cadáver de una ballena, que habría sido arrastrada hasta la orilla por las olas.

"Todos estábamos atónitos", cuenta a la AFP Alexandre Gruzdev, director de la reserva natural de la isla Wrangel, en el Extremo Oriente ruso.

Aunque para los turistas pueda resultar atractivo y fascinante, para los científicos es un preocupante reflejo del calentamiento global, que adelanta el deshielo y obliga a las familias de osos polares a pasar más tiempo en tierra firme y hasta puede hacerles acercarse peligrosamente a áreas pobladas por humanos.

De hecho, hace poco, los osos se adentraron en el pueblo de Rurkaipi, de 600 haibitantes, y uno de ellos incluso rompió una ventana. El accidente obligó al pueblo a cancelar la escuela, los actos públicos y hacer que las familias permaneciesen en casa hasta que los osos se marchasen.

"La concentración de seres humanos y animales en la misma zona aumenta y hay conflictos", apunta Viktor Nikiforov, experto y coordinador del centro ruso de mamíferos marinos. "Con las transformaciones que se dan en la naturaleza, debemos preocuparnos".