"Nuestros senos son nuestras armas", "Mi cuerpo, no tu honor", repiten la docena de militantes francesas, alemanas, belgas y holandesas junto a sus colegas de la delegación española de Femen en un "campamento de verano" en el que se instruyen en técnicas de desobediencia civil a las órdenes de la ucraniana Inna Shevchenko, icono de este movimiento fundado en 2008.
Shevchenko saltó a la escena mediática en 2012, cuando con el pecho desnudo y grabado con eslóganes taló un crucifijo ortodoxo de cinco metros en Kiev con una motosierra. Protestaba contra la detención y el juicio a cinco integrantes del grupo de punk-rock feminista ruso Pussy Riots, encausadas por improvisar un concierto en ropa interior en el altar de la catedral de Cristo Redentor en Moscú contra el presidente de Rusia, Vladímir Putin.
Huyó de Ucrania, entró en Francia con un visado turístico y abrió su centro de operaciones en París. Un año después, en abril de 2013, obtuvo el estatuto de refugiada, al tiempo que la organización multiplicaba sus acciones y se extendía por otros países, entre ellos España.
"Defendemos el nudismo agresivo. Nuestros pechos desnudos son nuestro instrumento de protesta política, la forma de difundir el mensaje feminista. Nunca antes la mujer ha podido manejar su cuerpo con libertad. Hasta ahora", explica Lara Alcázar, rostro visible de la rama española de Femen. Con la doctrina bien asumida y luciendo la corona de flores que utiliza como símbolo el movimiento, esta estudiante de Historia del Arte nacida en Gijón hace 21 años insiste en que el cuerpo desnudo "es capaz de hacer sentir incómodo al poder", sobre todo en un país donde, en su opinión, la sociedad es "especialmente machista" y la Iglesia está "conectada directamente con el Partido Popular".
Alcázar acaba de terminar su instrucción en París, un agotador entrenamiento físico de cuatro jornadas en el que las activistas aprenden a preparar sus cuerpos para resistir en futuras manifestaciones. "Manteneos erguidas, separad las piernas y ancladlas al suelo para estabilizaros. Las pancartas, bien altas. Prohibido sonreír. Jamás reirse. Expresad cólera", instruye con firmeza Shevchenko a una docena de estilizadas jóvenes alineadas como reclutas bajo disciplina castrense.
Desde que Femen abrió capítulo en España el pasado mes de mayo, una docena de mujeres se han alistado en la organización, que cuenta con 7.500 adeptos en la red social Facebook, canal de propaganda del movimiento. "Estamos preparándonos para concentrarnos, a partir de septiembre, contra las reformas de la ley del aborto, el derecho a la fecundación 'in vitro' de las parejas homosexuales y la violencia machista", avanza Alcázar con la voz desgastada de gritar consignas en el gimnasio donde se adiestran las Femen.
Como la mayoría de sus compañeras, la asturiana es joven, estudiante y atractiva, aunque asegura que no existe un prototipo de militante Femen: "Sólo hay que tener la convicción de ser activista y feminista", sostiene.
Antes de regresar a sus países, Shevchenko recuerda algunas normas a las recién incorporadas: "No insultamos, no pegamos y no mordemos a la policía. No estamos luchando contra los agentes, simplemente oponemos resistencia porque no estamos de acuerdo con el arresto".
Y es que pasar por el calabozo, o por el tribunal, es moneda corriente para las "sextremistas" de Femen, organización que recientemente vio cómo tres de sus militantes europeas fueron arrestadas en Túnez por "atentado contra el pudor" cuando protestaban semidesnudas contra el proceso judicial a Amina Esbui. Esa feminista tunecina está en libertad con cargos tras mostrar sus pechos desnudos en internet para denunciar la moral conservadora de su país y por pintar el nombre de Femen en el muro de un cementerio.
A la espera de juicio, el presidente de la organización civil de corte salafí "Asociación Moderada para la Concienciación y la Reforma", Adel Almi, se apresuró a asegurar que merecía ser azotada y "lapidada hasta la muerte".