“La primera vez que nadé con peces alrededor empecé a llorar. El sueño de toda mi vida era real”, recuerda Wolbert emocionada. Una sirena profesional que es capaz de aguantar bajo el agua durante cinco minutos y ha llegado a descender hasta 30 metros de profundidad sin coger oxígeno.
Su preocupación, como la de otras muchas compañeras de profesión, es mantener a salvo su misterioso reino marino.