Incluso si los británicos se inclinaran a favor de un 'Brexit', es imposible anticipar con certeza qué tipo de relación mantendrían después con el resto de los socios comunitarios, si abandonarían el mercado común o no -y, en su caso, en qué términos se formularía el nuevo statu quo-, y si desarrollarían normas financieras propias al margen de las europeas.
El referéndum del día 23 se erige como "probablemente el riesgo más grande para la economía a corto plazo, sobre todo para la británica, pero también preocupan los efectos para Europa, en particular para la eurozona", ha dicho el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijssebloem.
"Habrá efectos negativos para todo el mundo", asegura Christian Bluth, experto de la Fundación Bertelsmann, quien añade que "las pérdidas serán prevalentes y aunque algunos sectores podrían beneficiarse -como la minería británica o la industria del papel-, de media el efecto será fuertemente negativo".
Una de las cuestiones claves es qué sucedería en una Unión Europea privada de la "City", el principal centro financiero mundial junto con Nueva York y la primera plaza europea, muy por delante de cualquier otra capital, pese a las aspiraciones mostradas por el propio ministro galo de Finanzas, Michel Sapin, para París.
"Hay especulaciones de que Fráncfort, París, Dublín o Amsterdam podría convertirse en el nuevo centro financiero, pero dudo que buena parte del negocio se pueda realmente trasladar", considera Pia Huettl, de Bruegel. "
Potencialmente, estas ciudades podrían tratar de lograr una parte del mercado de Londres tras un 'Bréxit', pero este impacto no debe ser sobrestimado", dijo Pawel Swidlicki, de Open Europe. Swidlicki recalca que "el hecho de estar en la UE no te convierte en un centro financiero" y que no se puede infravalorar la importancia de contar con infraestructura, servicios de apoyo o disponibilidad de personal cualificado.