Por primera vez en la historia de la Iglesia, al menos desde que se tienen referencias escritas, un papa en plenos poderes y otro emérito se han reunido. Francisco y Benedicto XVI se fundieron en un abrazo y rezaron juntos "como hermanos", en un encuentro en la residencia de Castelgandolfo, a una treintena de kilómetros al sur de Roma.

El papa Bergoglio partió del Vaticano en un helicóptero que aterrizó en el helipuerto de la residencia pontificia un cuarto de hora después. Allí le esperaba, apoyado en un bastón, el papa Ratzinger, que vestía una sencilla sotana blanca y se cubría con un anorak también blanco, Francisco iba también con sotana blanca y lo único que les distinguía era la esclavina blanca y la faja del mismo color que éste llevaba.

Una vez en la residencia se dirigieron a la capilla para rezar. Benedicto XVI le cedió el puesto de honor a Francisco y este lo rechazó diciéndole "Somos hermanos". Tras el rezo, se reunieron a solas en la biblioteca privada, donde conversaron durante 45 minutos.

El papa Francisco regaló a Benedicto XVI un cuadro de la Virgen de la Humildad. Cuando se lo entregó, Bergoglio, quien intercaló el "tú" y el "usted" a la hora de hablar, dijo a Ratzinger: "Me permita, cuando lo he visto he pensado en ti por todos los ejemplos de humildad y ternura que nos ha dado en su pontificado".

Después del encuentro a solas, almorzaron junto a los secretarios Georg Ganswein y Alfred Xuareb. Tras el almuerzo, Francisco regresó al Vaticano y fue despedido en el helipuerto por Benedicto XVI.