¿Cuánto miedo hay que tener para que sea un alivio bajar meterse en las tripas de este frío búnker soviético? Las inhóspitas escaleras que se muestran en el vídeo superior de esta noticia, dan paso a unos pasillos en penumbra que llevan al subsuelo. El lugar donde desde hace dos meses se refugian 200 personas, 15 de ellas, niños.

Tania, una de las refugiadas, muestra la precariedad en la que sobreviven. "La cocina es pequeña. No hay luz. Después de las 21 horas cocinamos en ollas", relata su experiencia. Además, asegura que tampoco hay agua: "Un barreño para ducharnos. No tenemos otra cosa".

En este sentido, no funciona el agua caliente, ni sistema alguno de comunicación, ni en el búnker, ni en todo el pueblo. Estas últimas semanas han estado aislados bajo las bombas. Que caen en plena entrevista con el alcalde. "Estamos bajo las balas constantemente. No podemos hacer reparaciones en profundidad. Hay que salir a la calle y no se puede", explica Olexandre Striuk, alcalde de Severodonetsk.

Resulta imposible salir a la calle bajo un salvaje fuego cruzado que está desangrando esta localidad del Donbás donde se encuentra el búnker. Con un 70% destruido, refugiarse en el búnker significa al menos salvar la vida. Por eso las familias traen a sus hijos, aunque psicológicamente sea devastador y se vea en sus caras.

"Traen zumos, purés de ayuda humanitaria. Si no basta, lo repartimos...", describe Tania, además cuenta que no quiere marcharse: "Yo no tengo adonde ir. Esta es mi casa".