Intento tras intento todo terminaba de la misma manera. Paul Couderc, una leyenda en esto de los saltos acrobáticos, no paraba de probar tierra cada vez que levantaba las dos ruedas del suelo.

Y es que quería algo imposible. O casi imposible, porque eso es solo una palabra como ya hemos visto más de una vez. Cuando todo parecía perdido, cerró el círculo.

Todo salió a la perfección. Desde el salto hasta el siempre complicado aterrizaje. Cada golpe mereció la pena.

Porque cuando logras algo con tal ejercicio de superación todo éxito sabe sin duda alguna mejor.