Enorme riesgo el que corren los clavadistas. Sus saltos, mezcla de peligro y precisión, no siempre acaban de la mejor manera posible, y es si ya da vértigo con solo verlo desde arriba la caída no pinta mejor. Desde varios metros de altura, se tiran al agua y como no entren bien en ella el problema no tarda en llegar.
No en vano entran al agua a 90 kilómetros por hora, y a esa velocidad caer de espaldas o de pecho equivale a necesitar asistencia.
Además, el salto es importante, para no darse con la cabeza con el borde del trampolín.
"Pierdes la noción de los giros que das en el aire. Cuando subes a la plataforma ya no hay marcha atrás: o te tiras o te tiras. Siempre tengo mucho miedo. Nos jugamos la vida en cada salto", explica Jonathan Paredes, campeón mundial 'Cliff Diving' en 2017.
"El peligro se vuelve motivación. Es importante que la cabeza esté donde tiene que estar para evitar este tipo de situaciones", asegura el saltador mexicano.
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