Eran raquetas pesadas de madera, los movimientos no se dibujaban tan estilizados como los de hoy y no había Nadales ni Federers. Pero había pioneros. Referencias para todo lo que vino después. Y entre ellas, y para España, estaba Andrés Gimeno. Coetáneo de Manolo Santana, predecesor de Manolo Orantes, y ante todo, el primer profesional. El primero que quiso vivir del tenis.

Hoy nos ha dejado a los 82 años, en Barcelona, perdiendo una última batalla donde la pelota no quiso pasar la red contra el cáncer. Y se va tras unos últimos años envueltos en misterio, con carencias económicas que llevó a tenistas como Nadal o Ferrer a pedir la recaudación de fondos por él, para una figura del tenis español.

Pero como decía Woody Allen en 'Match Point', esos momentos en los que la pelota se debate entre pasar o no pasar pueden cambiar una vida. Igual que cambiaron la vida de Gimeno para que, gracias al trabajo y al talento fuera el tenista de más edad en ganar Roland Garros en 1972, igual que le ayudaron a reinar sobre la hierba del dobles de Wimbledon en 1967, e igual que no le acompañan en este final no pactado, donde la enfermedad y el destino han dado el último golpe.