Es lo que ningún jugador quiere sufrir. Lo que nadie quiere vivir. Lo que todos buscan evitar. Porque una final de la Champions League es una final de la Champions League, y es, a nivel de clubes, el mayor sueño para todo jugador que disfrute el fútbol en Europa. Por ello, irse lesionado de ese envite es sin duda uno de los más duros golpes que hay, y es justo lo que le ha pasado a Kevin de Bruyne, una de las más grandes estrellas del Manchester City.

Porque el belga no pudo jugar más de media hora ante el Inter de final en Estambul. Porque en el minuto 30 se fue al suelo, y a pesar de que intentó seguir no pudo continuar en el verde.

Él mismo pidió el cambió después de un sprint. Ahí fue el momento en que se dio cuenta de que no. De que no estaba. De que no iba a poder continuar, y de que debía, tanto por su bienestar físico como por el bien de su equipo, irse del campo.

Le costó contener las lágrimas, de tristeza, impotencia y cabreo, en el camino hasta el banquillo. En sus pasos, Haaland fue uno de los que trató de animarle sin lograrlo. Gundogan y Ake, lo mismo. Al igual que Guardiola.

En su lugar, Foden. El joven futbolista ha ido perdiendo protagonismo, pero entró en una final, en el que bien puede ser el partido más importante en la historia del City, con 60 minutos por disputarse.

Se repite lo que vivió De Bruyne en la anterior final del City, pues contra el Chelsea tampoco pudo, por lesión, terminar un encuentro que acabaron ganando los 'blues'.

Lesión muscular parece ser, al llevarse Kevin la mano a la parte posterior del muslo en un encuentro en el que, en su primer acto, tuvo a un Inter valiente que asustó y no precisamente poco al City.

Los ingleses trataron de reaccionar, y cerca estuvo Haaland de batir a Onana. No fue así, y al descanso, 0-0 y todo por decidirse.