Trainspotting mostraba el poder que tenía la juventud para empezar de cero. Algo que muchos británicos reclamaban después del gobierno de Margaret Thatcher. Trainspotting era así de visceral.

Pero para muchos, Trainspotting solo fue una apología de las drogas. En Estados Unidos generó muchísima controversia. Demasiada, porque muchos de los que se quejaban, admitieron después no haber visto una película, que siempre estuvo en peligro.

Tenían tan poco presupuesto que el propio equipo se impuso la obligación de rodar todas las escenas en una sola toma. Se rodó en tan solo mes y medio. Y encumbró a sus actores. Sobre todo a Ewan McGregor.

El actor británico leyó libros sobre drogas para preparar el papel. Le enseñaron cómo se cocinaba la heroína usando jarabe de glucosa e incluso llegó a pensar en inyectarse una dosis de verdad para entender mejor a su personaje, pero... finalmente decidió no hacerlo.

En Trainspotting había drogas, pero no trataba sobre drogas. Hablaba de cuatro amigos con toda la vida por delante. Dos décadas después, esos amigos vuelven a juntarse. Más viejos aunque no más sabios. Llevaban tiempo queriendo juntarse, pero no querían que esa fuese la excusa. Y la razón llegó sola: sentirse vivo... otra vez.