El primer quebradero de cabeza monárquico llegó con los Beatles. Fueron nombrados Miembros de la Orden en 1965, pero Lennon devolvió la distinción cuatro años después, en protesta por el apoyo de Reino Unido a la guerra de Vietnam y por su papel en la guerra civil de Nigeria.
Paul McCartney fue ascendido en el cargo en 1997. Y aceptó. Pasó de Miembro de la Orden a Caballero, con lo que ya podían llamarle Sir Paul. Tres años después, George Harrison también fue ascendido, pero solo a Oficial de la Orden del Imperio. No lo quiso porque era un título menor que el de su compañero.
Bowie rechazó la distinción más básica, la de Miembro de la Orden, en el año 2000, porque no le encontraba utilidad. Dijo que no había trabajado toda la vida para recibirlo. Le subieron la apuesta tres años después, a Caballero de la Orden, pero también se negó.
Mick Jagger, en cambio, aceptó encantado la condecoración de Caballero, algo que a Keith Richards pareció "una estupidez" impropia de los Stones. Mick contestaba así a su compañero justo antes de recoger el galardón: "Ha sido como un niño que protesta porque no tiene su helado", concluyó.
Paul Weller rechazó ser Comendador de la Orden en 2007, porque no creía ni en la monarquía ni en el "establishment".
Paradojas de una distinción polémica que llega a uno de los pioneros del pop británico después de que algunos herederos suyos como Adele o Damon Albarn hayan sido distinguidos antes que él.
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