No es país para viejos, aunque en esta ocasión fuera la excepción. A pocos días del concierto de esta noche, gracias a un permiso especial de la Generalitat, la promotora que organiza las presentaciones del cantante canadiense en España anunció que los jóvenes de entre 14 y 16 años no necesitaban la compañía de un adulto para acceder.

Una flexibilización en la normativa vigente, la cual contempla que, hasta los 16 años, los menores deben ir acompañados de un mayor de edad en los conciertos. En este caso, sin embargo, los adolescentes mayores de 14 han podido hacerlo sin la compañía de un adulto, siempre que acreditaran su edad con su DNI.

"Yo prefiero que vengan conmigo", ha comentado a EFE Joana, una madre que acompañaba a sus hijas al concierto.

"A mí no me gusta Justin, pero si a ellas les gusta, qué voy a hacer". A su lado, Joana, su hija, de 13 años, sonreía nerviosa, ataviada con los colores morados que caracterizan a las devotas fans del cantante, las llamadas 'Beliebers'.

"Me gusta su música desde que él tenía 16 años. Me encanta cómo viste, cómo canta y además es guapísimo", explicaba. La polémica se formó en las semanas previas al concierto en la capital catalana, cuando algunos seguidores menores de edad acamparon cerca del recinto para ser los primeros en acceder.

La policía, finalmente, se vio obligados a desalojarlos. Esta tarde, con una oscura capota que amenazaba con descargar una tormenta en cualquier momento, ya desde bien lejos del recinto olímpico podían escucharse los alaridos de sus seguidoras, que formaban largas colas alrededor del Sant Jordi.

Los turistas no daban crédito y la reventa hacía de las suyas. A las 18 horas en punto, las puertas se han abierto. Histeria generalizada, gritos, lágrimas a destajo y cánticos memorizados como la afición más futbolera imaginable. Locura entre las adolescentes e, incluso más aún, entre sus padres, también uniformados para la causa.

El personal de seguridad sufría para controlar la adrenalina. Ona, Júlia y Paola, tres amigas de entre 14 y 15 años, esperaban cerca de una de las entradas principales, vestidas con los colores de la bandera canadiense, patria de su ídolo.

"Estamos muy enfadadas, porque teníamos las entradas desde hacía un mes y solo hasta pocos días antes han dicho que podíamos venir sin nuestros padres", se lamentaban. Preguntadas sobre si habrían accedido a venir con un adulto de todos modos, Ona responde tajante.

"Nos hubiéramos colado con alguien de otro grupo. Al final tendrían que habernos dejado entrar a todos, porque nos hubiéramos revolucionado". Y es que el amor de una fan no entiende de fronteras ni prohibición alguna.