Te costará ver un personaje feliz en la obra de Munch porque a él mismo le costaba ser feliz. Fue un pintor con depresión, ansiedad, miedo a las multitudes y alcohólico, pasó periodos de su vida en sanatorios y las dos veces que amó también sufrió.

Precisamente las mujeres fueron una de sus obsesiones. Y las veía de tres maneras: la doncella que todavía no ha hecho daño, la pasional que hace sufrir a los hombres y la mujer madura y abnegada. Les tenía pánico pero las pintó una y otra vez. La virginal siempre de blanco, la pasional con una postura desafiante o como una mujer vampiro. Por si no se han dado cuenta ya, les desvelamos otra clave para entender a Munch: le encantaba pintar una y otra vez los mismos temas. "Producto de su voluntad de superación o experimentación y porque su reto era representar lo mismo de manera distinta", como aclara Paloma Alarcó, comisaria de la exposición 'Edvard Munch. Arquetipos' que llega ahora al Thyssen.

Él decía que con sus cuadros quería diseccionar el alma. Algo muy de moda en su época, cuando Freud revolucionó el mundo con el psicoanálisis. Por eso sus personajes no tienen un rostro reconocible, para transmitir sólo emociones. Nadie mejor que él ha reflejado el pánico. Algo que como verán en las 80 obras de esta exposición buscaba con la temática y con la técnica. La muerte de su madre y su hermana siendo un niño inspiraron este lienzo en el que hasta la pintura parece descomponerse.

La muerte fue otra de las obesiones de un artista que un día confesó que enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles que velaron su cuna. La exposición se podrá ver desde el 6 de octubre hasta el 17 de enero en el Museo Thyssen de Madrid.